United States or United States Minor Outlying Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


El de Moraima, al hablar del Plumitas, fijábase algunas veces en Gallardo, el cual, con una vehemencia de neófito, indignábase contra las autoridades porque no sabían proteger la propiedad. El mejó día se te presenta en La Rinconá, chiquiyo decía el marqués con su grave sorna andaluza. ¡Mardita sea!... Pues no me hace gracia, zeñó marqué. ¡Hombre! ¿y pa eso paga uno tanta contribución?...

Sentíase perturbado por una embriaguez ascendente, como si el vino que poco antes parecía contraerse con tristeza en su interior hiciese explosión de nuevo, avasallando sus sentidos. Fijábase en los ojos de la norteamericana, en sus pupilas líquidas y temblonas, que se destacaban del nácar de las córneas con el brillo de una luz cambiante, reflejo mixto de malicia y candidez.

También éstos son de los lobos... Los ladrones, los verdaderos ladrones que turban el orden y la paz, los que ponen en peligro la vida de los hombres, están muy altos, en sitios adonde no llega la autoridad. El señor José hablaba como un ciego que fuese recobrando poco a poco la luz. Fijábase con asombro en todo lo que le rodeaba.

Pasaban solas las mujeres por el centro del arroyo, el devocionario en la mano, la mantilla caída sobre los ojos y la falda agarrada y bien ceñida, de modo que al andar se marcasen los tesoros dorsales, su esbeltez maciza de hembras fuertes y, bien proporcionadas. Aresti fijábase en la separación del hombre y la mujer que se notaba en las calles. Bilbao no cambiaba: cada sexo por su sitio.

Fijábase únicamente en las distinciones con que se le honraba en aquella alta región. El ministro le pasaba la mano por el lomo; le llamaba «mi excelente don Simón», y hasta le daba un cigarro o se le pedía; y los porteros del Ministerio, esos proverbiales cancerberos, bruscos y desabridos hasta la ferocidad con todo simple mortal, con él se descoyuntaban a reverencias y cortesías.

Fijábase en su color un tanto cobrizo; en el brillo de sus ojos abultados, de córneas húmedas y dulce humildad en las pupilas, ojos semejantes a los de los huanacos de las altiplanicies andinescas; en el negro intenso de sus pelos fuertes y duros, que los años no podían manchar de blanco.

A pesar de su distracción, fijábase en sus toses, recomendándole remedios fantásticos imaginados por él; se inquietaba por los progresos de la enfermedad, temblando ante la idea de que la muerte le arrebatase su único auditorio. Iba dando a conocer a Luna toda la música que había estudiado durante su ausencia.

Y él, apoyado en la barrera, sonreía satisfecho de su fuerza, repitiendo a todos: Muchas grasias. Se hará lo que se puea. No sólo los entusiastas mostrábanse esperanzados al verle. Toda la gente fijábase en él, aguardando hondas emociones. Era un torero que prometía «hule», según expresión de los aficionados; y el tal hule era el de las camas de la enfermería.