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Actualizado: 16 de octubre de 2025


Tristán se dirigió a este grupo, terció en la conversación y en cuanto le fue posible se arregló para sacar a Gustavo de allí y llevarle hacia un rincón donde había dos mecedoras. Ambos se sentaron uno frente a otro. Hablaron unos instantes de asuntos indiferentes. De pronto Tristán afectando una risita irónica: ¿A que no sabes, Gustavo, dónde te han visto hoy?

Mientras su mirada se perdía en el fondo del capazo que Nelet tenía abierto a sus pies, decía con la risita burlona que a doña Manuela, según confesión propia, le «requemaba la sangre»: De compras, ¿eh...? Yo también voy danzando por el Mercado hace más de una hora. ¡Válgame Dios, cómo está todo!

Andrés se puso en guardia observando el tonillo zalamero de estas palabras y la risita falsa que las acompañó. Nada de eso. Mis distracciones son idénticas a las de usted y a las de todo el mundo. Vamos, señor, no diga eso por Dios. Ya sabemos que trae a todas las chicas del lugar revueltas con sus palabritas de miel. En particular mi sobrinita Rosa no puede ocultar que está chaladita la pobre.

Currita se puso muy encarnada... y no se atrevió a rehusar. Apretando los puños de rabia y de despecho, entró la dama en su berlina y dio orden al cochero de ir a casa del general Belluga... Aquella taimada risita del jockey, aquel barullo inverosímil que le impedía ver si su amo acompañaba a unas damas, dábanle malísima espina y preciso era que ella apurase la verdad por misma.

Aquí intercaló la amiga de García Gómez una risita de todos los diablos, y añadió muy despacito: ...la Secretaría particular de don Amadeo, para ese Juanito Velarde, que es ahora su consejero íntimo. ¿Velarde? exclamó Pilar Balsano muy sorprendida . ¡Yo nada sabía!... ¿Ahora te desayunas de eso?... ¡Vamos, Pilar, que estás siempre en Belén con los pastores!...

¿Zabe uzté cómo llaman las monjas en mi país a este pezcao? me preguntó mi compañero, cortando un trozo de japuta y llevándoselo a la boca. Le miré sin contestar: El pezcao del nombre feo. Y dejó escapar al mismo tiempo aquella risita equívoca, parecida a un chillido nacido y apagado en la garganta y que era en él la suprema explosión de alegría.

No podía nuestro indiano emitir un concepto cualquiera, por sensato que fuese, sin que Freire dejase escapar una risita maligna o se llevase el dedo a la frente como si quisiera indicar que el paisano Barragán carecía de sustancia gris en la masa encefálica.

Pues nada, hija... Que también se había ido a casa de la Villasis la pobre Curra. Y la grandísima tuna de la Mazacán pronunciaba aquel pobre Curra con un aire de lástima, con un acento de chunga, que la compadecida se revolvió furiosa, diciendo con su inocente risita: Pues mira, mujer..., ni dormida ni despierta se me hubiera ocurrido de ti semejante cosa. ¿Y por qué?

, pero nada de nuevo... Pues yo tengo mucho de nuevo dijo el doctor Eneene con una risita maligna; el diputado aquel que nos andaba sacando el cuerpo, sin duda porque ya me tomaba olor a muerto, se ha venido a buenas y me responde de la votación. ¿Qué tal? y ahora, poco antes de llegar usted, estuvo a verme el representante de una sociedad anónima extranjera, pero yo no he querido soltar prenda todavía.

Era la hora de las confidencias domésticas: la doncella, al paso que explicaba el empleo del dinero, se entretenía a narrar todos los incidentes insignificantes del día, las nonadas de la casa: hablaba largamente de las gracias de Chuchú, de sus oportunas contestaciones, comprendiendo que era el flaco de la señora; se quejaba de algunas groserías del jefe; contaba con risita burlona que miss Ana había comprado una nueva caja de polvos de arroz. ¡Bah! ¿para qué querrá esa buena mujer los polvos de arroz? ¡De todos modos ha de salir a la calle más fea que Picio!

Palabra del Dia

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