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Conserva todas sus virtudes, incluso la prolífica, y en estos últimos años ha conseguido que los vástagos de su ilustre casa lleguen a la docena. El cacique permanece soltero e imperando en el lugar con la sabiduría y la moderación de los Antonios en Roma. La señora doña Agustina Solís y Montes de Allende el Agua ha sufrido con resignación algunos reveses de fortuna.

Con el Mariscal Valle, que mandaba esta expedicion, venia el Visitador Areche ese hombre feroz, que, conculcando los derechos de la humanidad, y ultrajando al siglo en que vivia, debia renovar las escenas de los tiempos bárbaros, en la época en que aun vivian Becaria y Filangeri! La ausencia de Tupac-Amaru, aunque momentanea, fué señalada por grandes reveses.

Vuelto de espaldas al príncipe, iba soltando el chorro de su límpido optimismo, de su fe simple, que desgracias y reveses no lograban conmover. Ahora ya los han clavado sobre el terreno: no avanzarán. Dentro de poco será el contraataque. Lo ; me consta. Se frotaba las manos, guiñando un ojo maliciosamente. Y los americanos llegan y llegan.

Bolívar, cuyo ánimo acostumbrado desde la niñez á los grandes reveses y cuyo amor por la patria no se abatian en ninguna circunstancia, dominado en la que tan cruelmente pesaba sobre el pueblo venezolano por la idea de salvarle y de sacudir un dia el pesado yugo que venia á esclavizarle de nuevo, trató de conservarse, y merced á la buena amistad del español Don Francisco Iturbe, que gozaba de gran favor cerca de Monteverde, obtuvo un salvoconducto y se embarcó en seguida para Curazao.

LermaEl rey podrá encontrar en esos papeles el secreto de la expulsión de los moriscos, las causas de su desavenencia con Francia, el por qué de los reveses que sufre en todas partes donde hace la guerra España; el rey sabrá que de los tributos que saca á sus vasallos la tercera parte es para el rey, otra tercera parte para los corregidores, alcaldes mayores y demás exactores, y la otra tercera parte para el nobilísimo, el excelente señor don Francisco de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, duque de Lerma, del consejo de Estado, su protonotario en Indias, su secretario universal, su favorito, su todo; sabrá el rey... aunque me mates, porque los papeles se presentarán solos al rey, que ha criado en ti un cuervo, que ha levantado á su enemigo, y como el rey, aunque es débil, no es malo y no le gustan los bribones, y como el rey, aunque no es rey, tiene grandes humos de rey y de rey poderoso; y como el rey es del último que llega, nada tendrá de extraño que su majestad retire de ti su protección y te arroje al verdugo; porque has hecho lo bastante, mi buen duque, para ser primero degradado y después ahorcado.

Holanda y Flandes han resistido, resisten y resistirán, como quien pugna por arrojar de su casa un dominio extraño y tiránico. Para satisfacerse de algún modo de los reveses de los Países Bajos, se piensa en ganar gloria perjudicando al comercio inglés, y se envía allá una escuadra que aniquilan los elementos como aniquilaron á la Invencible; todo fracasa, todo muere.

Como quiera que ello sea, hay venturas y desventuras, triunfos y reveses, hundimientos y exaltaciones que no provienen del mérito de los individuos ó de los pueblos, sino que están por cima de las voluntades y de los entendimientos humanos.

¡Ah! ¿sois vos, señor Juan? que me place; y ya que no nos hemos sangrado, alégrome de que hayamos acariciado nuestras espadas para daros un consejo: lo de tajos y reveses á la cabeza, dejadlo á los colchoneros, que sirven bien para la lana, y aficionáos á las estocadas; de sólo deciros que de los instrumentos de filo, sólo uso la lengua. ¿Pero qué hacéis aquí? Espero.

El desgraciado Felipe IV, tan miope para los errores de su política como perspicaz para el decaimiento de la religiosa, atribuyendo sus reveses á la falta de devocion hácia el Arcángel S. Miguel, deseaba que se le hiciesen demostraciones públicas de afectuoso culto, y que se le admitiese por patrono del reino.

Pero al volver la cabeza cesó repentinamente la alegría del majo al observar que María-Manuela estaba haciendo lo mismo con Antonio. Quedó repentinamente serio, no porque la bravía morena le hubiese tocado en el corazón, sino por la insolencia de Antoñico. Á pesar de los últimos reveses seguía tan puntilloso y delicado. Murmuró un juramento y se acercó de nuevo á la maga.