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Por tanto, resolvió darse todo á Dios, al cuidado de su alma y á las cosas de la eternidad, gastando, como más próvido mercader, el resto de su vida en el tráfico de bienes no sujetos á mudanzas y reveses de la fortuna, en lo cual tuvo mejor logro que cuando en el mundo navegaba su prosperidad viento en popa.

Los reveses no le arrancaron el entusiasmo por lo que amaba, ni exacerbaron su escepticismo; pero, al convencerse de que las condiciones de la vida habían variado por completo para él, adquirió una serenidad que, contrastando con los pocos años, daba a sus frases un dejo amargo y melancólico. Aun las sátiras más enérgicas parecían brotar tristemente de su boca.

Siguió distraído por la muralla sin apartar los ojos del mar, cuyas olas batían á sus pies con dulce, armónico, son. Algunos minutos después se hallaba en el Campo del Sur frente á su casa. Se apoyó en el pretil del muro, y quedó sumido en profunda meditación. Pensó en los últimos reveses de amor que había experimentado, y un sentimiento de abandono invadió su corazón.

La reina se quejaba de que mi padre dominaba al rey; y que no se hacía más que lo que mi padre quería; que las rentas reales se iban empeñando más de día en día; que la reina estaba humillada; que nuestras armas sufrían continuos reveses; que, en fin, era necesario hacer caer á mi padre de la privanza del rey, para lo cual debían unir sus esfuerzos la reina y don Rodrigo.

En torno de la aldea había un círculo de árboles que apenas le daban sombra ya. Allá en el fondo brillaba como un cristal el río, entre el follaje marchito de las plantas acuáticas. Andrés se sintió alegre y satisfecho, a pesar de los cuidados que le imponía la situación original en que se había colocado. Con la salud le había venido la fuerza para afrontar los reveses de la vida.

Daba voces maese Pedro, diciendo: -Deténgase vuesa merced, señor don Quijote, y advierta que estos que derriba, destroza y mata no son verdaderos moros, sino unas figurillas de pasta. ¡Mire, pecador de , que me destruye y echa a perder toda mi hacienda! Mas no por esto dejaba de menudear don Quijote cuchilladas, mandobles, tajos y reveses como llovidos.

Doy doblemente las gracias al señor de Tragomer, puesto que me ha hecho el honor de presentarme á usted, miss Harvey, y me ha procurado el placer de oir á la gran artista miss Hawkins. ¿Vive usted en Londres, sir Carlton? preguntó Maud. Hace una semana. Soy un pobre provinciano y llego de un país al que me habían llevado reveses de fortuna.