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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
De vez en cuando, no obstante, cruzaba por su rostro una sombra: poníase de repente seria y pálida, y clavaba los ojos con obstinación en cualquier objeto. Andrés, en cuanto lo advertía, procuraba distraerla.
Ana lo olvidó todo de repente para pensar en el dolor que sintió al oír aquellas palabras. «¿Si habré yo visto visiones? ¿Si jamás este hombre me habrá mirado con amor; si aquel verle en todas partes sería casualidad; si sus ojos estarían distraídos al fijarse en mí?
39 y he aquí un espíritu lo toma, y de repente da voces; y le despedaza y hace echar espuma, y apenas se aparta de él quebrantándole. 40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron. 41 Y respondiendo Jesús, dice: ¡Oh generación infiel y perversa! ¿Hasta cuándo tengo que estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá.
De repente, vio que faltaba de su acostumbrado colgador uno de seda negro, y pensó desvanecerse; pero lo descubrió un instante después, tirado sobre una maleta, donde ella misma lo había echado. Por vez primera, estremeciose agradecida al Ser superior que protege a los atribulados.
Las otras dos se hicieron astillas en la playa, donde las habían varado para recorrerlas un poco, con un marejón tremendo de Levante, cosa rara aquí, que se les fue encima una noche, de repente. Los dueños se quedaron sin ellas, y los pescadores que las tripulaban a la parte, tan satisfechos.
Se abrochaba su vestidillo humilde diciendo: «Ya tengo otra vez la librea de la miseria». Eponina salió, dejándolos solos. De repente Isidora se fue derecha hacia Miquis, y cruzando las manos delante de él, le dijo con acento de intenso dolor: «¡Amigo, estoy desesperada! ¿Qué tienes? le preguntó él, sintiendo ante aquella pena y aquellas lágrimas una cobardía dulce. ¡Estoy desesperada!
Dijo esto el viejo con la certidumbre de la adulación, convencido de que el prestigio de su príncipe era tal, que forzosamente había de turbar a toda mujer. Pero a Rafael, estas palabras, después de la escena de la tarde anterior, le parecían una crueldad. Don Andrés se puso serio de repente, como si ante sus ojos pasase una pavorosa visión y añadió con tono respetuoso: Pero no: fuera bromas.
Y Emma acabó de perder el juicio cuando Serafina, poniéndose el abanico en la frente, exclamó: ¡Ah! ¡Sí, sí! ¡Finalmente!... ¡Eccola qui!... Yo me decía: esta señora... esta señora de Reyes... yo... la he visto, la he visto, vamos, de otro modo, en otros días... muy lejos.... Y de repente, ahora, un gesto, ese gesto de le... sopraciglie... me la pone delante. ¡Oh, sí, absolutamente la misma!
¡Ah! ¿pero quién créeis que soy yo? No me atrevo á decíroslo. Hablad, hablad sin temor, señora. ¿Me dais vuestra noble palabra de no enojaros? Os la doy. Pues bien dijo doña Ana arrodillándose de repente á los pies del duque de Lerma ; yo soy vuestra, señor, en cuerpo y en alma.., porque hace mucho tiempo que, loca, fuera de mí, amo á vuestra majestad.
Quedáronse atónitos los dos jóvenes á estas palabras de Quevedo, y guardaron por algún tiempo silencio. ¡Tan pronto! ¡tan de repente! dijo al fin doña Clara . ¿Qué motivo puede haber?... Motivo y aun motivos. Es el primero, que yo no estoy muy seguro, y tanto, que si no estoy preso, en engaños consiste que no pueden durar mucho tiempo. ¿Pero esos motivos?
Palabra del Dia
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