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Actualizado: 9 de junio de 2025


Cuando reciba usted estos renglones el estorbo no existirá ya. Que la propia conciencia perdone a los que me han hecho padecer, como yo los perdono.» ¿Dónde se ha hallado esta carta? preguntó el Conde. El portador de ella contestó: En el bolsillo de un hombre que hace media hora se arrojó de cabeza por el viaducto de la calle de Segovia. No sabemos quién es.

A fe que no puedo entender lo que dice, ni es fácil conocer el carácter de la escritura. Yo lo entiendo bien... Estas rayas se refieren a determinadas letras de los renglones impresos y con un poco de paciencia se descifra. Pero me parece que sabe usted bastante. Silencio, pues, y no se nombre más este asunto.

Pero ¿qué responder al señor chantre, si por acaso lee estos renglones? ¡Perdóneme el reverdecimiento extemporáneo que denotan las anteriores frases, y crea que á también se me alcanza, aunque no lo practique, que lo mejor de todo es envejecer y morir tan santamente como envejece y morirá su señoría!

Jacobo comenzó a leer el documentó con algún sobresalto, y a medida que recorría sus renglones, contraíanse sus labios y tornábanse color de grana sus orejas. La marquesa fijaba en él una mirada de compasión profunda.

La enfermedad fue tan violenta, que le encontré casi en las últimas, pero le hallé tan tranquilo y tan benévolo como siempre. Me dio gracias por mi visita, y me dijo que era una felicidad para él ver una cara amiga antes de morir. Me pidió pluma y papel, escribió casi moribundo algunos renglones, y me pidió que pusiese el sobrescrito a su mujer, y que se los enviase juntamente con su fe de muerto.

El autor no cuenta ni afirma nada sin probar su exacta verdad con documentos fehacientes. Quedan, pues, por contar o apenas indicados entre renglones, mil sucesos importantes y ocultos, los cuales explican o pueden explicar otros cuyas causas no vislumbramos, porque el Sr.

Luego, cada cuatro días, llegaba impresa en hoja suelta, con renglones cortos, alguna de las cartas que «el ciudadano Roque Barcia dirigía a sus amigos», con frecuentes exclamaciones de «óyeme bien, pueblo», «acércate, pobre, y compartiré tu frío y tu hambre», que enternecían a los viñadores, haciéndoles tener gran confianza en un señor que les trataba con esta fraternal simpleza.

De las cosas del mundo por dentro, no conozco sino lo que vosotras me habéis contado; otro poquito más que he atisbado por las rendijas al pasar, principalmente con mis Mary, aquella institutriz inglesa que despidió papá de muy buena gana al entrar yo en el colegio, y había tomado un año antes; lo poco que he aprendido con el trato de las amistades de casa, y lo que se ve o se trasluce en las páginas de algunos libros y entre renglones de otros.

Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «, , aquí veo algo nuevoLuego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la cara, dejó de leer.

Leyó uno de los papeles: «Agradezco tus esfuerzos, pero no puedo más...» Lo escrito en otro decía así: «La única mujer que me amo verdaderamente fué mi madre, y ha muerto. ¡Si yo tuviese la seguridad de volver á encontrarla!...» Robledo siguió examinando los demás papeles. Sólo contenían renglones borrados ó palabras ininteligibles.

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