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Actualizado: 9 de junio de 2025
Los principales eran tres: el testamento de mi tío, un inventario de sus propiedades valoradas en venta y renta, y una memoria dedicada a mí, de letra suya, con los renglones muy torcidos y bastante emborronada: estaba firmada con fecha posterior a la del testamento, y muy poco anterior a la de la primera carta que me había escrito después de enfermar.
Su letra en el sobre; pero portentosa, penosa, como arrancada con esfuerzo. Sentía toda su sangre replegarse en el corazón; leía con el ansia del que quiere apurar de un golpe toda la amargura y saltaba renglones, adivinándolos.
Y todo aquel rebaño de malhumorados que esperando un acta jamás llegada, corrían como viejos caballos al olor de la pólvora a aglomerarse en dos masas al lado de la presidencia, apenas en el salón se armaba bronca con campanillazos, no podían imaginarse que el joven diputado muchas noches interrumpía su lectura con la tentación de arrojar contra la pared los gruesos tomos de las sesiones, y acababa pensando con escalofríos de intensa voluptuosidad en lo que habría sido de él corriendo el mundo tras unos ojos verdes cuya luz dorada creía ver temblar entre los renglones de la amazacotada prosa parlamentaria.
Diremos dos palabras respecto al P. Colin y al religioso de Thévenot. La obra del primero fuè «sacada de los manuscritos del P. Pedro Chirino,» segun consta en la portada, y ya sabemos quien fué el religioso de Thévenot. Parece, pues, natural que la opinion de estos tres esté acorde, pero no sucede asi. He aqui lo que dice Chirino (p. 41): «An tomado de nosotros, escrevir atravessando las lineas o renglones de la mano izquierda
«Al escribir estos renglones estoy bañada en lágrimas, siento que el alma se me va, porque te he amado y te amo todavía con todas las fuerzas de mi corazón; pero he comprendido que debo ser franca; que haría mal, muy mal, si fomentara en el tuyo un sentimiento que te cierra las puertas de un porvenir que yo no debo malograr. ¿Te causan sorpresa mis palabras? Pues óyeme en calma.
Si el que escribe estos renglones no creyera firmemente que el artista es echado al mundo por Dios, ni más ni ménos que el ave, que siempre encuentra las yerbecillas que han de alimentarla mejor, creeria con no ménos seguridad que Campo-Arana era un talento perdido á quien habian faltado favorables condiciones de desarrollo.
Y en verdad que Lucía no las escaseaba: nada le placía tanto como disolver el ardor de su corazón gastado en renglones interminables.
No lo recuerdo, solo puedo decir que las leí entre las notas de mi cartera, encabezadas con dos renglones que decían: «Recuerdos de Filipinas.» De cómo no es verdad que las mujeres no aman, los pájaros no cantan y las flores no huelen.
Pero ¿de qué serviria ponderar mas los inconvenientes de los transportes terrestres, cuando son palpables las ventajas que ofrecen los marítimos? Los comprenderemos en pocos renglones para hacerlas mas evidentes.
Muy de tarde en tarde, llegaba á sus manos, con enorme retraso, una tarjeta postal revisada por la censura alemana. Cuatro líneas nada más, escritas como los niños escriben en la escuela, bajo la mirada del maestro que está á sus espaldas. Pero era la letra de su Jorge. «Bien de salud. No nos tratan mal. Envíame comestibles.» Pasaba largas horas contemplando estos renglones tímidos y mentirosos.
Palabra del Dia
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