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Actualizado: 9 de junio de 2025
En breves renglones decía: «La cita que me pide me compromete mucho; pero cedo a los sentimientos que me inspira, y le espero esta noche, de doce a una, en la calle de X , número 4, principal, derecha. Silencio y discreción. No diga al portero mi nombre: pregunte por la señora de Rosales.
Dos virtudes domésticas que se llaman laboriosidad y economía: hé aquí el verdadero dote, el dote más grande, que un padre puede dar á su hija. Con ese dote, la pobre es rica; y la fea es hermosa. Sin ese dote, la hermosa es fea, y la rica es pobre. ¡Cuántos pechos exhalarán un profundo suspiro, al leer estos desaliñados renglones! La francesa partió con el lacayo.
He hecho a Charles, lacayo de V. Ex.^a q él mismo lleue la carta al obpo. diciendo q. V. Excelencia se lo ha mandado, assy veré lo q. responde. Entre tanto hago estos renglones, porq. no suffre mi agradescimiento dilacion alguna en responder a tanta obligacion. Haga el obpo. lo que mandare, q. las obligaciones no dependen de los sucessos, sino del Amor de quien haze lo q. se le pide.
Tenía ante sus ojos un fragmento de periódico, y copiaba las líneas con la ayuda de un tintero de bolsillo lleno de agua ligeramente ennegrecida, y de una pluma roma que trazaba los renglones con la misma paciencia del buey al abrir el surco. Zarandilla, que estaba al lado de don Fernando, le habló del muchacho. Es el Maestrico. Ansí le llaman, por su afición a libros y papeles.
Luego, al volver a la ortopedia con el cerebro lleno de peregrinas visiones de trapos y faralaes, caía en profunda tristeza... De esta manera pasaron algunos días. Miquis les envió los dulces de la boda, acompañados de estos renglones: «Desde la mazmorra de flores, desde el delicioso ataúd de la luna de miel, el inmolado Miquis saluda a los señores de Castaño y a la señora de Bou.
No hizo la visita, y la aplazó para el día siguiente, si la conceptuaba necesaria. Al anochecer mandó a Luz dos carillas de renglones llenos de dulzuras, para enterarla de que estaba constipado. Después se fue a casa. En la cual nada ocurrió para bien ni para mal de su pleito: nada le dijeron; nada dijo tampoco. ¿A quién le tocaba sacar la conversación, y quién huía más de ella?
Ya queriendo fijar mi pensamiento, sobre el blanco papel la mano puesta, expresar con palabras mi ánsia intento; y comienzo novelas y canciones, y poemas, y dramas, y cien cosas que no pasan jamás de tres renglones. Fragmentos que conservo en mi cartera, que leo con el alma estremecida, porque en esos fragmentos está entera la historia de mi vida.
»La letra estaba desfigurada; pero así y todo, yo veía en aquellos renglones contrahechos, sobre la fina superficie del papel, un cierto tufo diabólico, un rastro que me delataba una mano conocida que no acababa yo de descubrir. »Pero allí constaba todo, ¡todo! ¡Y con qué astucia más infernal! El móvil de la carta parecía ser un hermoso sentimiento de cariño a los dos enamorados.
Ya escribí la otra carta, para que no te veas en el compromiso de leer ésta delante de tus tías, y así será en lo de adelante. Dos cartitas: una para tí y para todos, otra para... «mi Rodolfo». Cuida mucho de tus tías, particularmente de doña Carmelita. Piensa que la pobre está muy enferma, muy nerviosa, y necesita cariño y amor. Ya les escribo cuatro renglones.
¡Venga, venga! exclamé con ansiedad, temeroso al mismo tiempo de que en efecto quisiera hacérmela pagar cara. No contenía más que dos renglones. Decía así: «Sigue usted tan gitanillo como antes. Después que salga del convento hablaremos.» El efecto que me causó fue delicioso.
Palabra del Dia
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