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Actualizado: 9 de junio de 2025


Leyó el cura para tres o cuatro renglones y dijo: -Cierto que no me parece mal el título desta novela, y que me viene voluntad de leella toda.

Adquirían para ella una nueva fisonomía; decían otra cosa: la verdad. Recordaba los relatos de cautivos moribundos venidos de aquellos campamentos de suplicio, y los renglones parecían balbucear, con el gemido de un niño enfermo: «Mamá... hambre. ¡Tengo hambreHubo momentos en que creyó perder la razón.

Tomarás un auto, aquí tienes dinero; que dentro de cinco minutos tenga él esta carta. Trazó nerviosamente algunos renglones, suplicando a Julio, en nombre de Adriana, que viniese sin demora. Puso el papel en un sobre y escribió la dirección. Pero cuando Lola iba a salir, entró Adriana. Adivinándolo todo, le quitó la carta. Tuvo un ligero gesto de vacilación. Cerró los ojos, suspirando.

Revolvieron los libros parroquiales de Villamojada, porque era preciso que después de muerta tuviera un nombre fijo la que se había pasado sin él en vida, como lo prueba esta misma historia, donde se la nombra de distintos modos. Hallado aquel requisito indispensable para figurar en los archivos de la muerte, la magnífica piedra sepulcral que se ostentaba orgullosa en medio de las rústicas cruces del cementerio de Aldeacorba tenía grabados estos renglones: R. I. P. MARÍA MANUELA T

Una vez tomada esta resolución por la duquesa, su mano corrió con más rapidez sobre el papel: llenó las cuatro caras de la carta, que era de gran tamaño, con una letra gorda y desigual, en renglones corcovados; cerró la carta, la selló y puso sobre su nema: «A su excelencia el señor duque de Lerma, de la duquesa viuda de Gandía. En mano propia

Renunció a leer a los primeros renglones, y comenzó a pasar hojas, deleitándose con alegría infantil en la contemplación de las láminas: leones, elefantes, caballos de salvaje crin y ojos de fuego, asnos a fajas de colores, como si los hubiesen pintado con arreglo a falsilla... El torero avanzaba descuidado por el camino de la sabiduría, hasta que tropezó con los pintarrajeados anillos de una serpiente. ¡Huy! ¡La bicha, la fatídica bicha!

Vuelve el médico hacia donde está el que en los primeros renglones hemos descrito, y antes de llegar a él dice al practicante: «Este desgraciado Rufete va a pasar a Pobres, porque hace tres meses que su familia no paga la pensión de segunda.

Henos aquí refugiándonos en las costumbres; no todo ha de ser siempre política; no todos facciosos. Por otra parte, no son las costumbres el último ni el menos importante objeto de las reformas. Sirva, pues, sólo este pequeño preámbulo para evitar un chasco al que forme grandes esperanzas sobre el título que llevan al frente estos renglones, y vamos al caso.

Fernando fué el que habló primero, comenzando como todos los amantes con la expresión de la felicidad que sentía al verse por fin junto á la mujer amada. ¡Cómo había deseado aquel momento!... Recordaba las horas de muda contemplación, allá en su despacho de los altos hornos, con la vista fija en las cartas de ella, como si la letra de Pepita le hablase misteriosamente y su sonrisa brillara entre los renglones.

... conoces personalmente al cura de San * y designóle una de las más aristocráticas parroquias de París. ¿El padre D *? Seguramente, es mi confesor. Si no me engaño, ¿es superior de las Carmelitas de la calle d'Enfer? . Te suplico que le escribas dos renglones recomendándome a su amabilidad: deseo ponerme al habla con él.

Palabra del Dia

rigoleto

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