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Actualizado: 30 de abril de 2025
Tomarás un auto, aquí tienes dinero; que dentro de cinco minutos tenga él esta carta. Trazó nerviosamente algunos renglones, suplicando a Julio, en nombre de Adriana, que viniese sin demora. Puso el papel en un sobre y escribió la dirección. Pero cuando Lola iba a salir, entró Adriana. Adivinándolo todo, le quitó la carta. Tuvo un ligero gesto de vacilación. Cerró los ojos, suspirando.
¿Le sorprende a Vd. mi osadía, prosiguió adivinándolo la Condesa verdad? pues aún va a extrañarle más otra cosa que voy a decirle, y sobre la cual le encargo la más absoluta reserva. Aseguro a Vd. que me desviviré por servirla, si juzga que puedo serla útil. No se trata de servirme, señor Resmilla, sino de servir a la Religión.
En cuanto a Oliverio a quien sólo le he presentado en los escaños del aula, imagine usted un mozo amable, un poco raro, muy ignorante en materia de lecturas, muy precoz en todas las cosas de la vida, de aire desenvuelto en sus actitudes y en sus palabras, no sabiendo nada del mundo y adivinándolo todo, copiando sus formas y adoptando ya sus prejuicios; figúrese usted algo inusitado, un afán singular, jamás risible, de anticiparse a su edad y ser todo un hombre improvisado a los diez y seis años escasos; algo naciente y maduro, artificial y seductor, y comprenderá cómo mi tía pudo encantarse de mi amigo, hasta el punto de disimularle ciertos defectos de escolar, atendiendo que eran el único resto de niñez que aún conservaba.
Diríase que su madre la concibió forzada, pugnando por sustraerse a la realidad, y que ella, adivinándolo, sentía horror de ello, procurando aborrecer las perfecciones corporales que habían de convertirse en desventuras del alma.
Aunque en esta ocasión se mataban pocas perdices, Gonzalo apetecía su compañía como la de un agradable y simpático camarada. La joven nunca se confesaba fatigada; pero él, adivinándolo en su marcha vacilante, daba el alto, la obligaba a sentarse, y se hacía el distraído charlando, a fin de que durase más el descanso.
Todavía una vez más, mi querido Domingo, la vida, lo posible, lo razonable... Yo se lo ruego, no crea usted a los que le señalen lo razonable como enemigo de lo bueno, porque es inseparable amigo de la justicia y de la verdad.» Le doy cuenta de una parte de los consejos que Agustín me daba, sin saber exactamente a qué aplicarlos, pero adivinándolo.
La hilandera, que en sus noches pavorosas tanto había deseado la llegada de la primavera, vio con inquietud desarrollarse los crepúsculos largos y luminosos. Ahora se reunía con su novio en pleno día, y nunca faltaban en el camino compañeras de la fábrica ó mujeres del vecindario, que al verles juntos sonreían maliciosamente adivinándolo todo.
Palabra del Dia
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