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Por este lado, no me iba dando el viaje motivos para renegar de él.

Y ese era el resultado: ella, que quería hacer que su amante volviera a tener creencias, ella que quería atraerle a su propia fe, se veía empujada a la duda, a la negación. ¡En vez de curar al enfermo, éste la había contagiado su mal; en vez de purificar al réprobo, se encontraba contaminada por su contacto! Pero ¿podría, en realidad, renegar por largo tiempo las creencias de toda su vida?

Porque allá me cogen por su cuenta unas amigas protestantes que tengo, y que quiera que no, me hacen renegar... Usted tendrá la culpa; sobre su conciencia va. ¿Conque me quedo o me voy? Pues con esa responsabilidad tan grande no me atrevo a aconsejarle. Haga usted lo que le parezca mejor... Vaya, por fin llegamos. ¿Se ha cansado usted mucho?

No disimule vuesa Reverencia si quiere probarme su afición, que nunca daña saber por dónde habemos de ser combatidos. Vamos, invenciones de bellacos... que vuestra merced ha estado a punto de renegar de la fe de Nuestro Señor Jesucristo... que llevaba noticias a los conversos... que la riña fue por cuestión de la paga...

Lóndres tiene dos grandes aristocracias, á cual mas curiosa, que reinan en todos sus barrios: la nobleza, orgullosa en extremo, pero que, no obstante su orgullo, fundado en el nacimiento y la riqueza, tiene cierta elevacion de ideas debida á la instruccion y á la ingerencia activa en los negocios públicos; y la aristocracia monetaria, familia de banqueros y especuladores de bolsa, de comerciantes, fabricantes y usureros que, salidos de la nada, á fuerza de especulaciones laboriosas, cuando llegan á la opulencia suelen olvidar su origen, renegar la santidad del trabajo que les dió fortuna, y sentados sobre pilas de oro como sobre tronos invulnerables, miran con desprecio á veces á la multitud como un enjambre de viles insectos!

Pero esto concluirá; yo te juro que concluirá, ó es preciso creer que no hay Dios en el cielo, perder la fe y renegar del mundo y del alma. Mira, Lázaro continuó con tono vehemente y apretándole el brazo con tanta fuerza, que le hizo retroceder inmutado y perplejo; Lázaro, si tu eres de esos, olvida que por tus venas corre mi sangre, olvida que soy hermano de la que te dió el ser.

La virtud, digámoslo así, sería como un capullo que jamás llegaría a ser flor perfecta abriendo el cáliz, desplegando los pétalos y embalsamando el aire con su aroma, si el vicio, sin querer, y por contradicción, no interviniese en el asunto. ¿Hubiera habido mártires si no hubiera habido desalmados y feroces tiranos que los pusiesen en la alternativa de renegar de su Dios y de adorar los ídolos o de ser devorados por las fieras, desollados o quemados vivos o sometidos a otros exquisitos y muy crueles tormentos?

Y aquella pobre criatura, el ateo capaz de conmoverse viendo rezar a un niño, el que sin creer en la amistad se hubiera sacrificado por un amigo, el que al renegar de la pasión lo había sacrificado todo al respeto de la mujer amada, el que no esperando agradecimiento hubiera dado a hurtadillas la limosna, dejó caer sobre el pecho la cabeza, y lloró solo una lágrima, acre, amarga, como saturada de todos los infortunios de la tierra, y alzando luego el rostro, de cara al sol, inspirado por algo superior a mismo, dio vuelta a la mula, guiándola hacia la corte, para lanzarse en el torbellino de la vida moderna, sin más creencias que la pasión del bien ni más fe que la de un porvenir mejor.

Lo importante, pues, es que no perdamos la confianza y el aprecio de nosotros mismos. Bueno es renegar y rabiar y acusarnos unos á otros de incapaces, probando así que no estamos resignados ni echados en el surco; pero mejor es no creer que la incapacidad y el rebajamiento son generales y única causa de nuestra ruina.

Uno se ofreció á quemar las municiones; otro, de atosigar el agua de las cisternas; otro, de dar fuego á las galeras. Con las promesas destos persuadió Dragut al Bajá que intentase tomar el fuerte. También inviaron algunos renegados que animasen y ayudasen en ello. Decían éstos que se huían de los turcos por tornarse á la fe, que los habían hecho renegar por fuerza siendo niños.