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Actualizado: 20 de junio de 2025
Entonces entran en los dominios de la mediocridad, donde la comparación es fácil porque ya no se encuentran tipos; pero, Werther y René, que son tipos arcanos, son, no obstante, tipos distintos.
Vestía un uniforme flamante, del nuevo color azul grisáceo, color de «horizonte», adoptado por el ejército francés. El barboquejo del kepis era dorado y en las mangas llevaba un pequeño retazo de oro. Su sonrisa, sus manos tendidas, la seguridad con que avanzaba hacia ella, le hicieron reconocerle. ¡René oficial!... ¡Su novio subteniente! Sí; ya no puedo más... Ya he oído bastante.
Al fin consiguió pasar gran parte del día junto á René. Desnoyers tuvo que retener sus lágrimas al contemplar al artillero en la cama... ¡Ay! ¡así podía verse su hijo!... Le pareció una momia egipcia, á causa de su envoltura de apretados vendajes. Los cascos de obús le habían acribillado. Sólo pudo ver unos ojos dulces y un bigotillo rubio asomando entre las tiras blancas.
Según los historiadores, cuando regresó el rey René de Anjou de su desventurada expedición de Nápoles en 1442 entre los obsequios que recibió al detenerse en Florencia, fué el de una leona que estimó mucho, porque era, aficionado á las bestias raras .
Y René Lacour se quedó para siempre en la casa de la avenida Víctor Hugo después de la ceremonia nupcial, presenciada por una docena de personas. Don Marcelo había soñado otras cosas para su hija: una boda ruidosa de la que hablasen largamente los periódicos, un yerno de brillante porvenir... Pero ¡ay, la guerra! Todos veían destruídas á aquellas horas algunas de sus ilusiones.
El pobre sonreía á Chichí, que velaba junto á él con cierta autoridad, como si estuviese en su casa. Transcurrieron dos meses. René se mejoró; ya estaba casi restablecido. Su novia no había dudado de esta curación desde que la dejaron permanecer junto á él.
Se había alarmado sin saber por qué, ante el gesto solemne del senador, con ese instinto femenil que perfora las precauciones de los hombres, adivinando lo que hay oculto detrás de ellas. Había visto además que René y su padre hablaban en voz baja, con una emoción contenida. Rondó con irresistible curiosidad por las inmediaciones del despacho, esperando oir algo. Pero su espera no fué larga.
Con el mapa á la vista fué siguiendo sus explicaciones, hasta conocer la sección de terreno en que se había movido el regimiento de Julio. A la mañana siguiente reanudaron el viaje. Un soldado que había tomado parte en la batalla les servía de guía, sentado en el pescante, al lado del chauffeur. René consultaba de vez en cuando el mapa extendido sobre sus rodillas y hacía preguntas al soldado.
Un escritor sagaz rastreaba ha poco en las páginas de la novela de nuestro siglo esa inmensa superficie especular donde se refleja toda entera la imagen de la vida en los últimos vertiginosos cien años la psicología, los estados de alma de la juventud, tales como ellos han sido en las generaciones que van desde los días de René hasta los que han visto pasar a Des Esseintes.
Únicamente por esto podía mostrar Chichí tal desesperación. Su esposa le fué relatando la triste noticia. René estaba herido, gravemente herido. Un proyectil había estallado sobre su batería, matando á muchos de sus compañeros. El oficial había sido extraído de un montón de cadáveres: le faltaba una mano, tenía heridas en las piernas, en el tronco, en la cabeza. ¡Quiero verle! repetía Chichí.
Palabra del Dia
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