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Actualizado: 10 de junio de 2025
De allí salen para la gloria o para el hospital todos los que un día se tocaron la garganta, reconociendo que tenían algo, y arrojaron la aguja, la herramienta o la pluma, corriendo a Milán desde todos los extremos del mundo.
Y horas más tarde, al anochecer, la vuelta desesperada al hogar, marchando desalentado a la luz de las estrellas, haciendo eses en el camino como si estuviera ebrio, sintiendo que las lágrimas le escarabajeaban en los párpados, queriendo morir, como el que necesita pasar adelante y se rompe los puños contra un muro inmenso de bloques de hielo. ¿No se fijaba en él? ¿no veía los inmensos esfuerzos que hacía para agradarla?... Ignorante, humilde, reconociendo la inmensa diferencia que separaba a ambos por su distinta vida, ¡qué de esfuerzos para llegar a su altura; por colocarse al nivel de aquellos hombres que la habían poseído por unos días o por años enteros!
Este no quedó menos asombrado reconociendo á Alicia en aquella mujer; una Alicia que vestía una bata lujosa, pero vieja, con guantes ajados en las manos y un velo arrollado en torno de sus cabellos. ¡Tú!... ¡eres tu! exclamó ella . ¡Qué miedo me has dado!... Luego fué tranquilizándose, y sonrió á Miguel mientras éste murmuraba excusas.
Poseía la rarísima afición a la sencillez, que comúnmente no se halla en las zonas medias de la sociedad, sino que es don especial de la civilización primitiva o de la muy refinada cultura. Las niñas de don José, reconociendo esta superioridad, se aconsejaban de ella, consultándole sobre todos los arreglos de trapos que hacían.
Se miraban los dos atentamente, como si quisieran darse exacta cuenta de las transformaciones operadas por el tiempo. Estás más moreno dijo ella . Pareces un hombre de mar. Julio la encontraba más hermosa que antes, reconociendo que bien valía su posesión las contrariedades que habían originado su viaje á América.
Se hacía lenguas de sus viajes y convocaba a toda la gente del claustro alto para que oyera a aquel hombre que iba de una parte a otro del mundo como si fuese su propia casa. En sus preguntas embrollaba dolorosamente la geografía; no reconociendo en ella más que una división: países de herejes y de cristianos.
Después se echó a perder, y se le puso la cara dura y hombruna, la voz ronca. Dicen que era el retrato vivo de Bonaparte, y efectivamente... Guillermina miró las láminas napoleónicas, y Fortunata también, reconociendo el parecido. Después la santa se despidió de Severiana, diciéndole que volvería al día siguiente. Le recomendó la paciencia, y tomando el brazo de la de Rubín, se fue con ella.
Fuí reconociendo las casas y sitios de aquel barrio perdidos en mi memoria. Tenduchas solitarias, alumbradas por un farolillo; casucas de madera deshabitadas y miserables; expendios de bebidas y comestibles, donde grupos de obreros y campesinos charlaban y fumaban frente a un vaso de toronjil o de naranja amarga.
Jamás podría agradecer bastante lo que hacía por él. Era su único defensor. Deseaba una ocasión para mostrarle su gratitud: morir por él, si era preciso. La esposa admiraba á su cuñado con grandes extremos de entusiasmo: «El caballero más cumplido de la tierra.» Y Desnoyers agradecía en silencio esta adhesión, reconociendo que el alemán era un excelente compañero.
Estando ya aguardando los navios la génte, y Capitanes de Senanqrip, reconociendo las grandes riquezas que los Turcos se llevaban, y que eran despojos de sus provincias, teniendo por gran vileza dexar aquellos bárbaros, siendo tan pocos, volviesen á su patria con ellos, determinaron quebrarles el seguro, y la palabra Real, juzgándolo por menos incoveniente que sufrir tanta mengua.
Palabra del Dia
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