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Actualizado: 13 de junio de 2025


Velázquez, sin embargo, había tenido que pretender el empleo juzgándolo «ajustado a su genio y ocupación». Para no interrumpir luego la enumeración de los cuadros que hizo nuestro gran pintor, desde que por segunda vez volvió de Italia hasta sus postreros días, conviene tratar ahora una cuestión de que se han preocupado los eruditos españoles. Me refiero a la llamada Memoria de Velázquez.

Sólo le contuvo la idea de que su amo se había reconciliado con la beata, lo cual deploraba en el fondo del alma, juzgándolo feo y peligroso. Obdulia fingió no advertir la frialdad de la buena señora. ¿Está en casa? preguntó con el mismo semblante risueño. Está... Voy a avisarle. No hay necesidad. Me ha mandado venir a estas horas y me estará aguardando.

Los amigos, de un modo inconsciente, contribuían á llevar el desconsuelo á su corazón. Paca no abandonaba la idea de legalizar la situación de los amantes: las atenciones extrañas que ahora observaba en Velázquez la animaban á persistir, juzgándolo ya maduro para el caso; los compadres de la reunión, solicitados por ella, le prestaban ayuda. Así que, comenzaba á tocarse más á menudo que antes el punto del matrimonio en la conversación. El efecto que esto causaba en el guapo era cruel. Quedaba repentinamente sombrío, paralizado, y no pocas veces se le habían subido los colores á la cara, lo mismo exactamente que le pasaba á Soledad en otro tiempo.

Había bastado que Miguel sorprendiese su llanto reciente, para que nuevas lágrimas afluyeran á sus ojos, reanudando la pasada angustia. Se entregó á su dolor con una delectación cruel, juzgándolo preferible al torturante fingimiento que le había impuesto esta visita inesperada. Quedó silencioso el príncipe unos instantes.

Estando ya aguardando los navios la génte, y Capitanes de Senanqrip, reconociendo las grandes riquezas que los Turcos se llevaban, y que eran despojos de sus provincias, teniendo por gran vileza dexar aquellos bárbaros, siendo tan pocos, volviesen á su patria con ellos, determinaron quebrarles el seguro, y la palabra Real, juzgándolo por menos incoveniente que sufrir tanta mengua.

Un ilustrado biógrafo del famoso médico Nicolas Monardes consigna los siguientes datos, juzgándolo como docto coleccionista de objetos de Historia natural: «Monardes reunió un museo de objetos naturales constituido por substancias medicinales procedentes de América, que aunque no numeroso, era sumamente notable por lo raro de los ejemplares que coleccionó, y sobre todo, por la novedad que entonces ofrecían unos objetos recién aparecidos en el horizonte científico y acogidos con el entusiasmo que se reciben las novedades que se presentan envueltas entre los esplendores de la grata esperanza de hallar en ellas remedios más eficaces y seguros para combatir las enfermedades que los hasta en aquel día conocidos.

La señora Angustias abandonó todo propósito de corrección, juzgándolo inútil. Se hizo la cuenta de que no existía su hijo. Cuando se presentaba en casa por la noche, a la hora en que la madre y la hermana comían juntas, hacíanle plato silenciosas, intentando abrumarle con su desprecio. Pero esto en nada alteraba su masticación.

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