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Actualizado: 30 de abril de 2025
Volvióse hacia su mujer, y como para tranquilizar su conciencia, preguntóle: ¿Tienes miedo, chica? Tú no estarás acostumbrada a montar. ¿Has andado alguna vez en esta casta de aparejos? ¿Sabes tenerte en ellos? Nucha permanecía indecisa, recogiendo el vestido con la diestra, sin soltar de la otra el saquillo de viaje.
El ingrato corzo, alimentado con leche recién ordeñada como el hijo de un caballero y renuevos tiernos de zarzamoras que la niña iba recogiendo todo el día por los caminos, agasajado y mimado como ningún infante lo fuera, pues hasta se le dió derecho de dormir en la misma cama que ella, ¡quién lo diría! se huyó una tarde á los montes y no volvió á parecer más.
Y aquel desamparo en la infancia, aquella miseria en un ser tan débil, me hicieron concebir el mismo pensamiento que usted concibió cuando la encontró en medio de la noche recogiendo trapos.
De pronto le vió incorporarse y correr camino arriba, recogiendo y levantando con ambas manos el sayal, lo menos dos palmos más largo de lo que pedía el cuerpo bajo y rechoncho del desconocido. Pero no tardó éste en detenerse, resoplando como si le faltara el aliento y acabando por dejarse caer sobre la hierba.
Bajaron hasta la galería de la mina y allí cayeron. Plutón de pie, Demetria de espalda. Aquél quiso ayudarla á levantarse, pero ella se alzó bravamente en seguida y recogiendo precipitadamente la pequeña hoz que brillaba en el suelo porque la había dejado caer en su descenso, se alejó de él blandiendola con su mano crispada. Se hallaban casi en tinieblas.
¡Si me reprendes, no diré una palabra más! dijo Diana recogiendo su libro que se le había caído al suelo. Sin embargo, después de un corto silencio, repuso, temiendo haber contrariado a su prima: Cuando estemos en París ¿quieres que salgamos juntas? Iremos a tomar el lunch al Palacio de los Campos Elíseos, y a probarnos sombreros, y a ver los modelos del incomparable Doucet, ¿quieres?
Cada cual buscaba el entretenimiento más en armonía con sus gustos e inclinaciones. Había un capitán negrero inglés que, según nos contó él mismo, cuando los negros se le sublevaban los ataba a la boca de los cañones y disparaba. Este capitán, cuando le cazaron, iba recogiendo negros, metiéndolos en barricas y echándolos al agua.
Arrastrando en seguida el cadáver hasta el borde de una cavidad que negreaba al pie de los muros, empujolo con el pie reciamente para que rodara hasta el fondo. Luego, recogiendo la clara capa del muerto, embozose con ella, haciendo de lo suyo un lío que apretó bajo el brazo. Cuando se disponía a saltar de nuevo la tapia, vio asomar por detrás dos rostros obscuros. Tuvo un estremecimiento.
Apenas acabaron de tomar este consejo, cuando luego le pusieron en execucion, porque Andronico no les pudiese prevenir, y así desando á Thesalonica, recogiendo todas sus fuerzas, con increíble diligencia, porque el enemigo no les impidiese la entrada de los montes, caminaron por pueblos enemigos, tomando de ellos solo el sustento forzoso, porque el temor del peligro fué mayor entonces que su codicia, que por no detenerse, no la exércitaban.
De este modo Rogerio Chillingworth, viejo, deforme, y con un rostro que se quedaba grabado en la memoria de los hombres más tiempo de lo que hubieran querido, se despidió de Ester y continuó su camino en la tierra. Iba recogiendo aquí una hierba, arrancaba más allá una raíz, y lo ponía todo en el cesto que llevaba al brazo.
Palabra del Dia
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