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Actualizado: 30 de abril de 2025


Si después de verla el parroquiano la quería más cara o más barata, o prefería otra equivalente más de su gusto, hasta dos veces lo llevaba doña Ramona con paciencia, pero a la tercera, recogiendo la droga que nunca había soltado por completo de su diestra, contestaba secamente y volviendo la espalda: «No lo hay», aunque estuviera llena de ello la droguería.

Allí estaba ella para barrer hacia la calle aquel lodo que entraba todos los días por la puerta de la taberna; a ella la manchaba, pero a él no; él allá dentro con Dios y los santos, bebiendo en los libros de la ciencia que le había de hacer señor; y su madre allí fuera, manejando inmundicia entre la que iba recogiendo ochavo a ochavo el porvenir de su hijo; el de ella, también, pues estaba segura de que llegaría a ser una señora.

Febrer se asomó a la ventana, y le vio al pie de la torre recogiendo su sombrero que se había caído y agitándolo en alto con expresión triunfante. Corrió luego el muchacho en torno de la base de la torre, y sus pasos resonaron poco después con bullicioso trote en los peldaños de madera, cerca de la puerta.

Ya no paseaba. Con el oído pegado a la cerradura, recogía ávidamente todos los rumores que llegaban de abajo. Y como llegaban demasiado confusos, concluyó por abrir la puerta, avanzar cautelosamente hasta el pasamanos de la escalera y escuchar desde allí, inmóvil, recogiendo el aliento. Había imaginado vagamente que su esposa, una vez sola y libre, subiría hasta su cuarto para hablarle.

El Capitan de aquí presto saliendo Penoso, por no haberle indio parado, Sus balsas y su gente recogiendo, A Añanguazú acomete, indio afamado. Los indios son valientes, y al estruendo Salieron con esfuerzo denodado, Y siendo preguntados ¿porque huyen:? Con la razon del uno así concluyen.

¡Qué animal tan extraño! exclamaron los dos jóvenes en el colmo de la sorpresa. Pues esto es más extraño todavía dijo el Capitán recogiendo otra olutaria, de cuya boca salía un pececillo de pocos centímetros de largo, vivo todavía. ¿Tal vez un pez que no ha podido digerir? preguntó Cornelio. No; es el compañero de la olutaria respondió el Capitán. No te comprendo. Me explicaré mejor.

Yo lo pongo todo: mi sabiduría, mis libros y miraba las tres cartillas que iba recogiendo su mujer cuidadosamente para guardarlas en la vieja cómoda , y ustedes no traen nada. Lo dicho: el que mañana llegue con las manos vacías no pasará de esa puerta. Aviso á las señoras madres.

Iba con frecuencia a Las Tres Rosas, por ser los géneros baratos, y Juanito, insensiblemente, recogiendo hoy una palabra y uniéndola con otra tres días después, se enteró de quién era. Llamábase Antonia.

A la edad en que otros niños más felices iban a la escuela, ellos eran zagales de labranza por un real y los tres gazpachos. En verano servían de rempujeros, marchando tras las carretas, cargadas de mies, como los mastines que caminan a la zaga de los carros, recogiendo las espigas que se derramaban en el camino y esquivando los latigazos de los carreteros que los trataban como a las bestias.

Las criadas de las bandejas pasaron de nuevo recogiendo las tacillas vacías, y rogando á los señores que tomasen otra de otro almíbar, como en efecto la tomaron muchos. La historia, prolija en este punto, cuenta que los almíbares eran de nueces verdes, de cabellos de ángel, de tomate y de hoja de azahar. Hubo también arrope de melocotón.

Palabra del Dia

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