United States or Zambia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Si no resiste y cede, entonces es menor su delito; pero esa mayor flaqueza de la voluntad, que atenúa su falta si incurre en pecado, tal vez da superior valer a toda acción buena que en sueños se realiza, porque si la voluntad, poco briosa, basta a realizarla soñando, mayor será su virtud cuando al despertar recobre todo su poder y le emplee en darle cima.

¿Y lograréis que mi mujer y mi hija sean castigadas, y que yo recobre mi dinero? Haré cuanto pueda; tened por cierto que antes de mucho, una nube de ministros de justicia estarán buscando á los criminales. ¡Ah! ¡señora! Debes escribir al duque dijo el bufón. En efecto, hace tres días que no le veo dijo la Dorotea ; esperad, esperad un momento, voy á escribirle.

Cuando me recobré del susto, lo primero que vi a mis pies fue una enorme muñeca fresca, sonrosada y en camisa. Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo, dije para mis adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no comprender.

Hace unos cuantos años estaba concurridísimo por las tardes: la carretera se henchía de carruajes y los caminos de gente distinguida y ordinaria. Hoy apenas va nadie hacia allí porque está a la moda el Retiro. Sin embargo, bien puede asegurarse sin temor a engaño, que llegará un día en que la Castellana recobre su antiguo esplendor: al cabo de los años mil, vuelven los coches por donde solían ir.

Cuando me recobré del susto, lo primero que vi á mis pies fué una enorme muñeca fresca, sonrosada y en camisa. «Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo», dije para mis adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no comprender.

Los alemanes no nos han hecho ni bien ni mal; de los italianos no tenemos agravios que vengar y los queremos bien, salvo algunas damas elegantes y devotas y cierto número de católicos muy fervorosos, que desean que se lleve el diablo aquella monarquía para que recobre el Padre Santo su poder temporal, y con Austria estuvimos unidos por lazos dinásticos en la mejor época de nuestra historia, hemos vuelto á estarlo en el día, y aun yo creo posible y conveniente que se aumenten estos lazos.

Cuando recobré el conocimiento estaba sentado sobre un banco de piedra, en el banco de un enorme edificio semejante a un convento, que el más grave silencio envolvía. Dos padres lazaristas lavaban cuidadosamente mi oreja. Un aire fresco circulaba; la garrucha de un pozo chirriaba lentamente, y una campana tocaba a maitines.

Quedé clavado al suelo. ¿Adonde? pregunté con un vago terror de algo extraordinario, maravilloso, que la palidez de Paca me infundía. No ..., al convento me parese. Mi terror disminuyó al saber el caso concreto, y recobré la acción. Nada nos deja tan paralizados como el miedo de lo que se ignora. ¿Y cuándo se la llevan? Ahora mismito.

La Campana mayor de la Catedral sonaba lúgubremente. Con la codiciada aurora, recobré la tranquilidad de espíritu. Trabajé todo el día en el archivo del Cabildo, en donde pude hallar los documentos que buscaba, y hasta llegué a olvidar los extraños sucesos de la víspera. Pero al llegar a mi habitación en la tarde, encontré que me aguardaba allí el Padre Montero.

Me dijo que me amaba y que había resuelto casarse conmigo. «¿Quiere usted ser mi mujer...?» Yo no sabía qué contestarle; arrugaba mi vigésimoquinto «marinero»; al fin, recobré la sangre fría. «¡Según y cómo!», le dije. «¿Tiene usted algún oficio...?» «No se preocupe; tengo una profesión bastante lucrativa. ¡Lo importante es que yo no le desagradeMe dejé caer sobre una silla, me puse a sollozar y me enjugaba los ojos con el «marinero». Aquella misma noche, el señor Mers venía a buscarme a la salida del almacén con su auto, me llevaba a nuestra casa y pedía mi mano a papá, que estuvo a punto de caer enfermo por la impresión. ¡Ya ve usted...! ¡Un yerno que tenía quince millones! ¡El pobre papá no volvía de su asombro...!