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Actualizado: 12 de junio de 2025
Sucedió en este tiempo que una de las cabalgaduras en que venían los cuatro que llamaban se llegó a oler a Rocinante, que, melancólico y triste, con las orejas caídas, sostenía sin moverse a su estirado señor; y como, en fin, era de carne, aunque parecía de leño, no pudo dejar de resentirse y tornar a oler a quien le llegaba a hacer caricias; y así, no se hubo movido tanto cuanto, cuando se desviaron los juntos pies de don Quijote, y, resbalando de la silla, dieran con él en el suelo, a no quedar colgado del brazo: cosa que le causó tanto dolor que creyó o que la muñeca le cortaban, o que el brazo se le arrancaba; porque él quedó tan cerca del suelo que con los estremos de las puntas de los pies besaba la tierra, que era en su perjuicio, porque, como sentía lo poco que le faltaba para poner las plantas en la tierra, fatigábase y estirábase cuanto podía por alcanzar al suelo: bien así como los que están en el tormento de la garrucha, puestos a toca, no toca, que ellos mesmos son causa de acrecentar su dolor, con el ahínco que ponen en estirarse, engañados de la esperanza que se les representa, que con poco más que se estiren llegarán al suelo.
El pozo, después de una semana de descensos y penosos acarreos, quedó limpio de todas las piedras y la basura con que la pillería huertana lo había atiborrado durante diez años, y otra vez su agua limpia y fresca volvió á subir en musgoso pozal, con alegres chirridos de la garrucha, que parecía reirse de las gentes del contorno con una estridente carcajada de vieja maliciosa.
Chillaba la garrucha del pozo, saltaba ladrando de alegría junto á sus faldas el feo perrucho que pasaba la noche fuera de la barraca, y Roseta, á la luz de las últimas estrellas, echábase en cara y manos todo un cubo de agua fría sacada de aquel agujero redondo y lóbrego, coronado en su parte alta por espesos manojos de hiedra.
Cuando recobré el conocimiento estaba sentado sobre un banco de piedra, en el banco de un enorme edificio semejante a un convento, que el más grave silencio envolvía. Dos padres lazaristas lavaban cuidadosamente mi oreja. Un aire fresco circulaba; la garrucha de un pozo chirriaba lentamente, y una campana tocaba a maitines.
Escuché, miré: la garrucha del pozo, en aquella hora del mediodía, chirriaba dulcemente en el patio; sobre las moreras, a lo lejos de las arcadas, se secaban sobre papel de seda las hojas de té de la cosecha de octubre; de las puertas medio cerradas del aula venía un susurro lento de declinaciones latinas.
Aquel sitio se llamaba «Mal Paso». Muchas veces, los guardas de El Pardo, saliéndose de su jurisdicción, se emboscaban allí para sorprender a los dañadores cuando volvían a sus casas. En aquel sitio le habían dado un balazo a su compadre el Garrucha, una noche en que volvían los dos cargados con un par de gamos.
Tal vez se trate de una simple filtración dijo Van-Horn . Tenemos bomba a bordo y luego la haremos funcionar. Subid y echad la cuerda dijo el Capitán a Cornelio y Hans. Los dos hermanos echaron desde cubierta a la estiba dos gruesas maromas suspendidas de una garrucha.
Aquélla ha sido cuba de Sahagún , y no profesó dijo el Cojuelo si no es el mundo de agora, que está para dar un estallido, y todo junto puede ser siendo quien es: que es una bodegonera tan rica, que tiene, a dar rocín por carnero y gato por conejo a los estómagos del vuelo , seis casas en Madrid, y en la puerta de Guadalajara más de veinte mil ducados, y con una capilla que ha hecho para su entierro y dos capellanías que ha fundado, se piensa ir al cielo derecha; que aunque pongan una garrucha en la estrella de Venus y un alzaprima en las Siete Cabrillas, me parece que será imposible que suba allá aquel tonel; y como ha cobrado buena fama , se ha echado a dormir de aquella suerte.
Lo primero que admiró Ulises al entrar en la casa del médico fueron tres fragatas que adornaban el techo del comedor: tres embarcaciones maravillosas, en las que no faltaban vela, garrucha, cuerda ni ancla, y que podían hacerse al mar en cualquier momento con una tripulación de liliputienses. Eran obra de su abuelo el patrón Ferragut.
Palabra del Dia
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