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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Y Quevedo se embozó perfectamente en su ferreruelo, se sentó en un sillón, apoyó las manos en sus brazos, reclinó la cabeza en su respaldo y extendió las piernas, después de lo cual quedó inmóvil y en silencio. El lacayo que guiaba á Juan Montiño le llevó por un corredor á una gran habitación donde, sobre mesas cubiertas de manteles, se veían platos de vianda.

Retiróse el rey á su estancia, y se reclinó á descansar, y le salteó el eterno sueño de la muerte, que roba las delicias del mundo, y ataja y corta los cuidados y vanas esperanzas humanasConde. Hist. cit., tomo I, cap. La comprobacion de esta verdad se halla en la historia de nuestro arte nacional.

Y luego reclinó la cabeza sobre mis hombros, y rodeó sus frescos brazos a mi cuello. ¡Yo te amo! la dije con voz opaca y ardiente rozando con mis labios sus mejillas. Amparo se estremeció y rompió a llorar. ¡Te amo continué no desde cuando! me parece que te he amado toda mi vida; que te amaba antes de nacer. Amparo se estrechó más contra .

Piensa en cuando trabajes, cuando leas, cuando reces.... ¡Hasta cuando duermas!... ¡Sueña conmigo, sueña con tu Linilla!... No pudo más. El llanto la ahogaba. Se echó en mis brazos, y reclinó su cabeza sobre la mía. Sollozaba.... Quiso hablar y no pudo. Tomó mi mano, la estrechó fuertemente, y me la besó con efusión infantil.

Hay un seno todo mio Donde reclino mi frente, Cuando el dolor inclemente Viene mi pecho á turbar; Hay lábios que solo se abren Á mis lábios con encanto, Y ojos que vierten un llanto Que al mio se á mezclar.

Acto continuo, Cecilia lo hizo sobre sus rodillas; le echó los brazos al cuello; reclinó su cabeza sobre la del noble, llegando a poner los labios sobre su rostro. En aquel momento se oyeron pasos precipitados en el corredor. Se abrió la puerta violentamente, y apareció Gonzalo con el estoque desenvainado. Cecilia volvió la cabeza y dió un grito.

Coloráronse súbitamente las mejillas de Margarita, y un súbito temblor acometió a Cervantes, que en los ojos de Margarita vio algo que, yendo más allá de lo humano, divino parecía, y que le atraía con una no conocida fuerza, y de tal manera, que el uno dio en los brazos del otro, y sus labios se unieron, y ella, desfallecida sobre el hombro de Cervantes, reclinó su hermosa cabeza, y suspirando le dijo: Mi esposo sois, que ya de ello con vuestros labios y con vuestro abrazo me habéis dado testimonio; y ved lo que hacéis, señor mío, de mi alma, que aquí de celos fallezco y de espanto me muero; que de vos doña Guiomar está enamorada, y duendes hay en esta casa, y yo no tengo como ella medalla de la Inquisición que de los duendes me defienda.

Reclinó su cabeza en el hombro del espada, y así permaneció, como si en tal posición fuese a dormirse de entusiasmo. Los empujones de Gallardo y los tirones de los amigos libraron al espada de este abrazo interminable. El borracho, al verse separado de su ídolo, rompió en gritos de entusiasmo. ¡Olé los hombres!

El Rey empezó a hablar de lo que se proponía hacer; Sarto, de lo que había hecho; Tarlein se destapó por unas aventuras amorosas, y a me dio por encomiar los altos méritos de la dinastía de los Elsberg. Hablábamos todos a la vez y seguíamos al pie de la letra la máxima favorita de Sarto: mañana será otro día. Por fin, el Rey puso su copa sobre la mesa y se reclinó en la silla.

El comisario se reclinó en un brazo del sillón, y poniendo los ojos en alto empezó á juguetear con el cortapapeles. Estaba acostumbrado á los delincuentes verbosos que no acaban de hablar nunca. ¡Paciencia!... En 1870, cuando la otra guerra continuó la vieja , tenía yo veintidós años. Mi marido fué guardia nacional durante el sitio de París y yo cantinera de su batallón.

Palabra del Dia

hociquea

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