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Actualizado: 4 de junio de 2025


Iba a decirle todo lo que sentía; llegaron las palabras a mis labios, y debió traicionarme mi fisonomía, porque ella hizo un gesto en el que yo adiviné toda su recelosa curiosidad y la alarma con que miraban sus grandes y húmedos ojos negros, pero en aquel instante, pensé en mi pasado, contemplé con la rapidez del relámpago mi presente, y el honor, ese frío guardián de las pasiones, selló mis labios.

Si la ambición de doña Catalina hubiera sido otra, Quevedo hubiera tenido esperanzas de dominarla. Para con doña Catalina no había otro dominio que el amor, y estaba escarmentada, recelosa. Dime, don Francisco dijo doña Catalina sentándose sobre sus rodillas : ¿es cierto que sueñas grandezas?... ¿Yo?... ¿Que, porque las sueñas, te sirves de la soberbia y de la locura del duque Osuna?

Ulises, al seguirla, adivinó fija en sus espaldas la mirada recelosa del escribiente. ¿También es polaco? preguntó. , polaco... Es un protegido de la doctora.

Su marido la observaba con disimulo y en sus ojos brillaba una chispa maliciosa. Vaya, vaya dijo frotándose las manos . ¡Cuánto me alegro de que nos hayamos entendido! Yo sin atreverme a decirte que no tenía ninguna gana de ir a Madrid, y sacrificándote por proporcionarme una sociedad más escogida. Elena levantó los ojos y dirigió una rápida mirada recelosa a su marido.

Lo ocurrido á Von Kramer la había hecho recelosa y suspicaz, y cuando necesitaba auxiliares sólo admitía á sus compatriotas que vivían en Barcelona. Una banda feroz y decidida se había agrupado en torno de ella. Eran refugiados procedentes de las repúblicas de América del Sur, parásitos de las ciudades de la costa ó vagabundos de las selvas del interior.

«El otro día dijo Mariano con timidez entre recelosa y salvaje me dio usted un latigazo. Niño, fue sin querer. Pues qué, ¿a un roío caballero como se le dan latigazos?... ¡Taco, y qué orgullo vas echando!... ¡Roer! Átame esa mosca. Por ahora no necesito de ti. Si algún día necesitas una roía peseta, vente acá. Si algún día no tienes qué comer, no faltará acá un roío pedazo de pan que darte.

Mi mayor gusto es estar al lado de mi adorada nena decía sin mirarla . Te amo con delirio como se dice en los dramas. Bendita sea mi madrecita... que me casó contigo... Hincósele delante y le besó las manos. Jacinta le observaba con atención recelosa, sin pestañear, queriendo reírse y sin poderlo conseguir.

No querían que se contagiara de la vida que ellos hacían, modesta y retirada; les gustaba que fuera más corriente y algo mundano, y al mismo tiempo temían verle muy metido en el mundo por los peligros que soñaban en él, particularmente su madre, que era demasiado recelosa y aprensiva.

Además añadió la mujer, recelosa jamás nos la dejan ver sin testigos...; muchos domingos voy a misa a Rucanto por buscar ocasión de hablarla al salir, y siempre a su vera están la hija o la madre guardándola con codicia. Está bien que Carmen no vaya sola. Bien estará; pero esas mujeres no me van gustando.

Pues nada, este infeliz se figura prosiguió el marica, sin hacer caso de la mirada recelosa que le dirigió que porque Fernanda Estrada-Rosa gasta algunos remilgos no le gustan las peluconas como a todo hijo de vecino... ¡Tonto, tonto, más que tonto! Hombre, Fernanda ya es otra cosa manifestó el Jubilado, que no estaba en el ajo Es una chica muy rica y no necesita casarse por el dinero.

Palabra del Dia

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