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¡Si tengo la solucion, c ! exclamó lanzando una palabrota que no era el eureka pero que principia por donde este termina; mi dictamen está hecho. Y repitiendo cinco ó seis veces su peculiar eureka que azotaba el aire como alegres latigazos, radiante de júbilo se dirigió á su mesa y empezó á emborronar cuartillas. Aquella noche había gran funcion en el Teatro de Variedades.

¡Oh! exclamó al fin, retirándose de su observatorio con la cara radiante de alegría y andando presurosa hacia la puerta de salida , por misericordia de Dios, hay pa ratu. ¿No era bien singular y extraño todo aquello?

A la mañana siguiente el sol asomará hermoso y radiante como hoy, el ruiseñor cantará en el ramaje, el labrador se dirigirá á sus faenas, y Eugenio volverá á ver las cosas como las veia ántes de sus fatales aventuras.

»Me dirigí al cuarto de Magdalena y encontré a ésta con el rostro radiante y haciendo gala de tener muy buen humor. La fiebre había seguido en su marcha descendente. » ¡Ay, Amaury! me dijo. ¡Si supieras qué bien he dormido y con qué fuerzas me siento! Pero él con su pretensión de conocerme mejor que yo misma, me tiene aquí sujeta a este maldito sillón.

Tomó el amado director agua bendita, y después de santiguarse, subió, radiante de alegría evangélica, las gradas de la plataforma; se frotó las manos y a una niña de ocho años que encontró de pie al paso, la sujetó suavemente; y mientras él miraba a la bóveda y mordía el labio inferior, oprimía contra su cuerpo la cabeza rubia, y entre los dedos de la mano estrujaba, sin lastimarla, una oreja rosada.

Elena volvió á donde yo estaba, radiante de alegría. Y bien, querida, espero que ahora comerás tu pan. No, Máximo; he estado demasiado conmovida como ves, y, además, es menester decirte que hoy ha entrado una nueva discípula, que nos ha regalado merengues y algunos otros dulces; de modo que no tengo hambre.

En efecto; se levantó un tapiz y apareció doña Clara, radiante de galas y hermosura: llevaba un traje de brocado de oro sobre verde, con doble falda y con segunda falda de brocado de plata sobre blanco; en los cabellos, en la garganta, sobre el seno, en las brazos, en la cintura, llevaba un magnífico aderezo completo.

Cuando llegué á la meseta, vi á mi derecha la línea sombría del arenal, cortar en lontananza una faja de horizonte más lejana aún, ligeramente ondeada, azul como la mar, inundada de sol, y que parecía abrir en medio de aquel paraje desolado la repentina perspectiva de alguna región radiante y pintoresca: era en fin la Bretaña.

La mansión, con frecuencia habitada por pintores, era bastante sencilla, pero dominaba el radiante valle del Sena, mientras que a sus espaldas desarrollábase el siempre grandioso panorama de París.

Encontré a la condesa Elga cogiendo flores en el jardín y le rogué que ofreciese las mías a su señora. La amada de Tarlein parecía radiante de felicidad, olvidada por el momento del odio que el duque de Estrelsau profesaba al predilecto de su corazón, único obstáculo que hasta entonces había empañado la dicha de ambos amantes.