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Actualizado: 10 de junio de 2025
Bebé se escurre de la cama, va al tocador en la punta de los pies, levanta el sable despacio, para que no haga ruido... Y ¿qué hace, qué hace Bebé? ¡va riéndose, va riéndose el pícaro! hasta que llega a la almohada de Raúl, y le pone el sable dorado en la almohada. La última página La Edad de Oro se despide hoy con pena de sus amigos.
Mientras la joven se echaba a correr para alcanzar a su tío, la condesa se dirigió a la cubierta de cristales seguida por el diplomático, que iba mascullando su exordio. ¿Tienes que hablarme, Raúl? dijo la condesa. ¿Qué quieres? Yo también tengo que decirte algo.
Gracias a tus lecciones, tío. Tú fuiste quien me puso la primera vez a caballo. ¡Ay! parece que te estoy viendo todavía con mi pobre Blanca. ¡Qué lejos está eso, Dios mío! Y después, cuántas penas... Su blanca cabeza se inclinó sobre el pecho. Raúl se callaba, respetando aquel gran dolor. Esta mañana saliste muy temprano dijo al fin el anciano haciendo un esfuerzo. Sí, he estado en Argicourt.
Pues terminó dándome un plazo de ocho días para contestarle. ¿Así, imperativamente, como un rey, como el rey de los cipreses? Así, así... El mozo tiene su arranque, a pesar de su tilinguismo y de su mentecatez. Mis discretas evasivas enardecían el espíritu del ciprés. En el resto de la noche le eludí por completo. Bailé con el cuñado de usted, con Raúl. ¡Qué diferencia!... ¿Eh?...
Es fastidioso que se te haya olvidado mi hamaca, hija mía. La hubiéramos instalado en la escalinata. Hubiera sido inútil, mamá respondió Liette sonriendo y mostrando una hamaca que se columpiaba en la cubierta de cristales. Estoy segura de que es una atención de ese querido don Raúl exclamó la criolla muy gozosa; sabe que no puedo pasarme sin ella.
Su primito Raúl va con él a París, a ver con él al hombre que llama a los pájaros, y la tienda del Louvre, donde les regalan globos a los niños, y el teatro Guiñol, donde hablan los muñecos, y el policía se lleva preso al ladrón, y el hombre bueno le da un coscorrón al hombre malo. Raúl va con Bebé a París. Los dos juntos se van el sábado en el vapor grande, con tres chimeneas.
No pido otra cosa, Héctor respondió más dulcemente la condesa, pero tu asiduidad a las lecciones de miss Dodson hacen murmurar. Raúl está siempre presente; no falta a una lección. ¿También tú lo has notado? dijo vivamente la madre. Sin duda, pero eso no prueba que se ocupe más que yo de esa pobre miss... ¡Oh! no es la miss la que me alarma por él. ¿Qué quieres decir?
Raúl, el encantador que había provocado ese milagro, experimentaba la orgullosa alegría de Pigmalión ante su estatua animada del soplo divino. Al volver al pueblo a la luz de la luna, la viuda, sentada enfrente del notario mientras el cura dormitaba a su lado, no pudo contener la exuberancia de su júbilo. Una hermosa velada, señor Hardoin, y como quisiera que tuviese muchas mi pobre Liette.
De este modo no había ninguna alarma en la de Candore, ninguna desconfianza en la institutriz, y Raúl llegaba pacíficamente a sus fines por caminos de travesía. A principio del verano la salud de la señora de Raynal se alteró sensiblemente.
Hardoin es demasiado formal para molestarte sin motivo serio. ¿No te figuras tú lo que es? Es posible respondió gravemente el anciano. Raúl se le quedó mirando con cierta alarma. Cuando se es heredero, las menores palabras tienen su importancia, sobre todo si se trata de notario.
Palabra del Dia
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