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Actualizado: 10 de mayo de 2025


En cuanto entró en el cuarto el señor Don Pomposo le dio la mano, como se la dan los hombres a los papás; le puso el sombrerito en la cama, como si fuera una cosa santa, y le dio muchos besos, unos besos feos, que se le pegaban a la cara, como si fueran manchas. Y a Raúl, al pobre Raúl, ni lo saludó, ni le quitó el sombrero, ni le dio un beso.

No se atrevía Felipe a dar crédito a la realidad, y era realmente gracioso ver al pobre muchacho en el pináculo de la dicha comunicando sus impresiones de felicidad a dos censores tan adustos, a dos rivales tan formidables como Amaury de Leoville y Raúl de Mengis.

Así se rompía el hielo. ¿Por qué no vienes a Mar del Plata? Anda, vamos... No puedo; estoy metida en un berenjenal, hijita, que no cómo voy a salir. ¿Por...? Por lo de Inesita. ¿Sabes que se casa con Raúl, con mi cuñado? , ya me lo han dicho, ¡Pobre Carlitos Nuezvana!

Pasadas dos horas, mientras Raúl, algo sofocado, corre a casa de la señorita Fraicherose para anunciarle que tendrá la sortija al día siguiente por la mañana, debido sólo a que «las joyerías estaban cerradas», la señora Grelou regresa a su domicilio.

Blanca no consentirá en casarse con el primero que se presente; quiere un marido... Que se parezca a ti; lo dice muy alto. Fue esto dicho negligentemente y sin la menor intención aparente, pero el tiro había dado en el blanco. Raúl aguzó el oído, y dijo tratando de leer en el pensamiento de su madre: ¿Decididamente, no tienes ninguna idea?

Tenía Raúl la costumbre de ir todas las mañanas a ver a un amigo que vivía frente a la casa del doctor Avrigny, y fumar en su compañía un cigarrillo mientras tenían un rato de conversación.

Raúl había decidido, después de un simulacro de asedio, dar inmediatamente el asalto, pero conoció que se trataba de un adversario temible, y esta dificultad inesperada estimuló su ingenio y su corazón. En amor sobre todo, los obstáculos dan más precio a la victoria. Como dice muy ingeniosamente Gondinet: «Sin la alondra, Romeo se hubiera dormido... y Julieta también

No había vuelto a ver a Raúl ni a su familia, que se habían marchado antes de su vuelta y estaban ya instalados en la Villa Blanca; pero además de una correspondencia activa y cariñosa con su discípula, había recibido varias cartas del joven conde a pesar de su formal prohibición.

Sus estancias no tienen fin. Mi cuñado Raúl, a quien le da por hacer ironías con las matemáticas, ha hecho un cálculo, según el cual, puestos en línea recta los alambrados de los campos de misia Melchora, resultan más largos que las vallas de alambre electrizado de las trincheras europeas, que llegan desde Bélgica hasta el Danubio. Por lo demás, misia Melchora es una distinguidísima matrona.

Raúl soltó una exclamación que nada tenía de satisfecha, y con las cejas fruncidas y la expresión dura y descontenta, separó casi rudamente a la pobre mujer. ¡No nos faltaba más que esto! masculló el joven entre dientes. Prodújose un penoso silencio.

Palabra del Dia

bagani

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