Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de mayo de 2025
Entre la joven población masculina ya nadie se llama Pedro, Juan, Diego, Carlos, Enrique, Joaquín, Jaime, Jorge, Raúl, Roberto, etc.
Raúl se inclina, halagado en su íntima fatuidad masculina por lo que él toma por un sentimiento de despecho involuntario que se descubre a través de la indiferencia afectada que mortificaba a su amor propio. No lo dude usted, señorita declara en tono malicioso. Se han marchado, y se dirigen ahora hacia el castillo.
¡Qué calor, querido Hardoin! dijo Raúl riendo. ¿Será capaz de hacerle a usted renunciar al celibato? ¡Oh! yo soy como el señor cura; me limito a casar a los demás. ¿Es bonita? preguntó con curiosidad la muchacha. No la he visto todavía respondió el joven diplomático con un soberbio aplomo. Es muy distinguida dijo el notario. Y tiene además un aspecto modesto y decente apoyó el cura.
A los dieciséis años es un poco pronto, querida. ¡Bah! la edad no importa nada. Estoy segura de que haría menos disparates que Raúl, ¿verdad, señor Hardoin? Me recuso, señorita, aunque tengo gran confianza en su alta sabiduría. Si es para usted un cuidado tan grande, señora condesa, ¿por qué no pone usted a la señorita Blanca en el Sagrado Corazón de Noyon? propuso el cura.
Se cena execrablemente en el Club del Progreso, y el adorno de la mesa tiene mucho de los adornos de iglesia: los jamones en estantes de jalea, los pavos y las galantinas cubiertas por todas las banderas del mundo. En fin, allí se sienta uno con la indiferencia con que Raúl y Nevers se sientan en el banquete de papel pintado del primer acto de los Hugonotes.
No, no, Héctor, no puedo soportar esto; es un ejemplo deplorable y escandaloso para mi hijo... ¿Raúl?... ¡Bah! El tío hizo un gesto que quería decir que estaba perfectamente enterado de la virtud de su sobrino. Y es una ofensa para Blanca. Esta vez la frente del anciano se ensombreció, y dejando el tono ligero que había tenido hasta entonces, dijo: Hazme el favor de creerme incapaz de tal cosa.
A través de los cristales, Raúl seguía con mirada curiosa al padre y a la hija, a quienes veía bajo un nuevo aspecto. ¡Qué ternura, en efecto, en los menores ademanes del anciano, en el largo beso que depositaba en la frente de su hija cuando ésta se iba muy alegre hacia sus compañeras y en la mirada con que le envolvía al desdoblar maquinalmente «Le Temps» del día anterior!
No quiera Dios, mi querido amigo protestó vivamente Raúl, que sentía ya su torpeza; creo que es un oficial de mérito, del que no tengo nada que decir... Pero no es sólo... Creía haber encontrado con frecuencia a la señorita Raynal en casa de su madre de usted, señor conde dijo tranquilamente el notario.
Temblando por aquella existencia que pendía de un hilo y por su amor, acaso más frágil todavía, la joven devoraba sus lágrimas y ocultaba sus angustias a fin de no entristecer aquella agonía... ¿No estaba ella amenazada por un doble duelo? A pesar de las cartas de Raúl, su corazón estaba martirizado por penetrantes aprensiones ¡Blanca amaba!
Solamente Raúl tenía el privilegio de alegrarla un poco; sus visitas, aunque frecuentes, resultaban para ella escasas. Cuando su elegante silueta aparecía en la esquina de la calle animaba la cara de la viuda un reflejo de vida. Siempre era ella la primera que le veía, y decía guiñando sus ojos de miope: Ahí viene don Raúl; ¿qué traerá hoy?
Palabra del Dia
Otros Mirando