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Vestía levita negra y raída; en la cabeza, una gorrita, y los días de frío, un gabán viejo con esclavina. Zaldumbide bebía poco o no bebía nada. Era muy religioso. Nunca se sentaba a comer sin rezar antes el Benedicite. Tenía en su camarote una virgen peruana, con dos ramas de romero bendito debajo. Ante esta imagen rezaba con un rosario de cuentas gruesas.

Pero lo más lindo era una chaquetilla de felpa roja, tan raída como bien ajustada, sobre la cual liaba Angustias una faja hecha de dos o tres cintas de colores perfectamente cosidas, con lo que el muchacho parecía un sol, más que un príncipe, algo de sobrenatural en belleza y gallardía, como un Niño Jesús vestido de torero.

El pertenecía a esta legión de desgraciados, cuyas quejas no encontraban eco, que imploraban el pan con el rubor y la timidez de su levita raída, que hacían reír con lo grotesco de su miseria, sin infundir miedo como los obreros manuales.

El sol hacía brillar su almete y las mallas de su cota y sobre el hombro se veía la extremidad del enorme arco de guerra. Junto á él estaba el gigantesco Tristán, llevando todavía la raida vestimenta del batanero de Léminton. Momentos después siguieron ambos su camino y Roger tomó á buen paso el de la granja de su hermano.

Don Braulio era en el suyo, aunque limpio, harto descuidado. Su levita y su sombrero tenían la forma en moda hacía ocho o diez años. Su corbata negra estaba algo raída, y el cuello de la camisa, recto y sobrado grande, le llegaba casi hasta las orejas. Beatriz se había medio peleado con su marido para obligarle a llevar más bajos los cuellos y a comprar nuevo sombrero y nueva levita.

Se aproximaba ya la hora del almuerzo y se disponían a levantar el vuelo de aquel delicioso sitio cuando Visita percibió un leve ruido a su espalda. ¿Quién anda ahí? preguntó a Cirilo. Una pobre mujer respondió éste. ¿Qué hace? Me parece que anda recogiendo plantas. En efecto, con una raída navajita aquella mujer iba cortando cardillos y guardándolos en una falda.

Pero aun en aquellos días de vejez y decadencia, cuando salía a tomar el sol, embozado en su raída capita, iba a los lugares más concurridos de muchachas guapas.

Es que no sólo Obdulia es la que tolera... lo que yo no quiero tolerar. Las mismas Emma, Pilar y Lola consienten confianzas.... ¡No me toques a las hijas del marqués! gritó la tía, poniéndose en pie y dejando caer el Werther sobre la raída alfombra.

No muy lejos vio a un viejo trabajador con blusa azul, boina raída y alpargatas, que venía corriendo, perseguido de un joven que, a juzgar por las mangas postizas de tartán sujetas al codo y su cabeza peinada y relamida, que llevaba descubierta, debía de ser dependiente de alguna tienda de comestibles.

Yo creo que este clérigo, como otros muchos, merece nuestro respeto y hasta nuestra admiración. Es discreto; su sotana podrá estar raída y verdosa, pero luce de limpia. ¿Cómo es posible que él pueda costearse otra? Hace un momento, y mientras el señor con quien hablaba sacaba la petaca, yo he visto que él también se llevaba la mano al bolsillo. Pero ¿para qué se la llevaba?