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Actualizado: 5 de junio de 2025


Don Marcos se estremeció al oir su voz; una voz grave que no había conocido nunca, una voz temblorosa como un cántico sentimental en cuyo fondo goteasen lágrimas. Depositó el médico sobre la raída alfombra del automóvil su caja de operaciones. Con ésta ya eran tres. Sólo entonces se decidió el coronel á desembarazarse de sus dos cajas preciosas, colocándolas sobre la del doctor.

Y la veo partir con su taima ridícula y vieja, que cubre los estragos del tiempo en su raída vestimenta; amoratadas las manos, que fueron finas y aristocráticas; metidos los pies en unos burdos zapatones; abatida al peso de su juventud fracasada, de toda su vida, obscura, truncada, deshecha.

33 Después de esto no se tornó Jeroboam de su mal camino; antes volvió a hacer sacerdotes de los altos de entre el pueblo, y quien quería se consagraba, y era de los sacerdotes de los altos. 34 Y esto fue causa de pecado a la casa de Jeroboam; por lo cual fue cortada y raída de sobre la faz de la tierra. 1 En aquel tiempo Abías hijo de Jeroboam cayó enfermo,

Item ordenamos que los canelones de sidra, ó canela, avellanas ó anís liso ó labrado, culantro liso ó labrado, almendra pelada ó raída y entera, y piñones y grajeas, á todo esto sea y se haga de un azúcar blanco, de arriba á bajo, sin otra mistura, so pena de dos mil maravedís por la primera vez, y por la segunda pena doblada, y por la tercera vez sea perdida la dicha colación y no tenga tienda por seis meses

"Ya, cuando quieren reformar consciencia y satisfaceros vuestros sudores, sois librados en la recámara en un sudado jubón o raída capa o sayo, ya, cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria. Pues, ¿por ventura no hay en habilidad para servir y contentar a éstos?

En lechos de hojas estaban alineados y colocados con cierto arte los pimientos y tomates, con sus rubicundeces falsas de productos casi artificiales; los guisantes en sus verdes fundas; todo apetitoso y exótico, pero tan caro, que al oír sus precios retrocedían con asombro los buenos burgueses que por espíritu de economía iban al Mercado con la espuerta bajo la raída capa.

Yo apostaría a que son personas pudientes los padres de esta niña replicó el marica. ¡Adiós! ¡ya se nos va Manuel Antonio al folletín! exclamó la dama con una risita nerviosa. Las personas pudientes no dejan a sus hijos envueltos en estos andrajos. En efecto, la niña venía cubierta por unos trapos miserables y una manta raída y sucia.

Su negra y raída levita estaba arrugada por la incómoda postura que tuviera en el féretro. Era Tucker. Reíase y aplaudía de todo corazón... Esperaba yo que Tucker, una vez sentado en el féretro, bostezara y se desperezase... ¡Pues nada de eso!... Una vez sentado en el féretro, me dio un abrazo y me besó paternalmente, diciendo: ¡Oh mi querido sobrino! ¡Oh mi querido hijo!

Se consideraba feliz, y lo era en efecto: no ambicionaba nada y nada temía del día siguiente; envuelto en sus guiñapos, paseaba por los sitios públicos y gozaba del sol, como el que iba arrastrado en carretela; dormía donde le cogía el sueño, tan ricamente como sobre un colchón de plumas; comía cuando tenía hambre y no le faltaban buenos platos de casa grande, y en lo tocante a vicios menudos, llevaba en el bolsillo de su raída chaqueta provisión abundante de colillas de cigarro.

¡Brrr!... hice, cerrando la puerta y escapando tan rápidamente como me lo permitían mis cansadas piernas. Y, una vez en mi aposento encendí mi buena y hermosa lámpara de trabajo, que me sonreía como el sol. Ahí estaba, arrimada contra la pared, mi vieja cama estrecha, con sus montantes rojos, su jergón gris y su piel de ciervo raída... ¡Ah señores! ¡qué consuelo sentí al verla!

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