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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Pues aquí tienes compañera.... ¡Vamos, Juana; pronto, prontito, vea usted que Rorró tiene que irse!... Tía Pepilla puso en un extremo de la mesa el libro y el rosario, y quitándose el pañolón le arrojó sobre el respaldo de una silla. ¿Te vas hoy? , tía; luego que acabemos. Ahí en mi mesa está una carta para Linilla. Mándela usted con el que venga de San Sebastián.

Apenas acabó de decir esto Sancho, cuando, levantándose en pie la argentada ninfa que junto al espíritu de Merlín venía, quitándose el sutil velo del rostro, le descubrió tal, que a todos pareció mas que demasiadamente hermoso, y, con un desenfado varonil y con una voz no muy adamada, hablando derechamente con Sancho Panza, dijo: ¡Oh malaventurado escudero, alma de cántaro, corazón de alcornoque, de entrañas guijeñas y apedernaladas!

Jamás he conseguido hacerme comprender dijo . Los hombres son así: acuden todos al mismo tiempo cuando les gusta una señora y la aturden con sus asiduidades, quitándose el sitio unos á otros de tal modo, que la pobre se desorienta y acaba por no saber hacia dónde va su predilección.

Al fin acabó por cansarse, quedando inmóvil, con el hocico babeante y la cabeza baja, tembloroso sobre sus piernas, y entonces Gallardo abusó de la estupefacción de la bestia, quitándose el calañés y tocando con él su cerviz. Un aullido inmenso se elevó detrás de la empalizada saludando esta hazaña.

Mas como a los españoles poco les basta para entretener y sufrir mucho trabajo, con aquella gota pasó como pudo hasta el fin de la comida, habiéndonos todos los pajes conjurado de no mirarle a la cara en cuanto comiese, porque no volviese con señas a pedirlo y nos obligase a darle; mas él supo mucho, que cuando satisfizo el estómago de viandas, y servían los postres, volvió a decir: "Con licencia de vuestra señoría voy a beber", y levantándose de la silla fuese al aparador, y en el vaso mayor que halló echó vino y agua lo que le pareció; y satisfecha la sed, quitándose la gorra y haciendo una reverencia, salió de la sala y se fué sin hablar otra palabra.

Quitándose precipitadamente el gabán, el profesor dijo con cólera: Es un fastidio: la casa está llena de gente, y no hay nadie que me cosa el botón del abrigo. Y se dirigió a su gabinete. ¡Pero ven a comer! le dijo su mujer. ¡Déjame tranquilo! No me sigas. Una vez solo, se puso a registrar con mano febril su biblioteca. Había en ella numerosos libros y papeles; pero el diario no parecía.

En el dintel mismo de la puerta hicieron ambos la primera reverencia de corte, en el centro del salón la segunda, y frente a frente ya del rey la última; saludaron después a los Grandes colocados a derecha e izquierda, y estos contestaron al punto quitándose los sombreros. El viejo duque y el mayordomo hiciéronse entonces un paso atrás y quedó solo el Grande novicio en mitad de la sala.

Toma esos claveles añadió quitándose la montera y arrancando de ella los que llevaba prendidos. Si pasas por la iglesia de Entralgo déjalos á la Virgen del Carmen. Es nuestra madre y ella nos juntará otra vez.

Doña Luisa visitó diariamente el taller, como una buena madre que cuida del bienestar de su hijo para que trabaje mejor. Ella misma, quitándose los guantes, vaciaba los platillos de bronce repletos de colillas de cigarro y borraba en muebles y alfombras la ceniza caída de las pipas.

Poco: diré a Vd. francamente, soy yo quien no gusto de comer carne; y como mis pobres feligreses se han acostumbrado por simpatía a amoldarse a mis gustos, ellos también van quitándose la costumbre, sin que por eso les diga yo sobre ello una sola palabra. Por eso verá Vd. también en el pueblo relativamente pocas aves de corral.

Palabra del Dia

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