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Actualizado: 5 de noviembre de 2025


Pero Zakunine no estaba unido indisolublemente a la Condesa, ni se podía creer que quisiera casarse con su joven compatriota; había que abandonar todas esas suposiciones. El arrepentimiento de aquel hombre era sincero, o por mejor decir creíble, porque tenía una causa: la necesidad de dinero. Fuera de esto, ninguna razón, por sutil que fuera, podía explicarla.

A intervalos, sus facciones, aunque alteradas por el sufrimiento, se contraían por una sonrisa irónica e infernal. Lo que voy a revelar a usted dijo tal vez ofusque su razón. Dudará... no podrá usted creer... yo mismo dudo muchas veces; es decir, quisiera dudar; pero las pruebas están demasiado claras en todo lo que me rodea... Interrumpiose un instante, como para coordinar sus ideas.

-Eres lo más inútil ... Verás si yo la saco. -Quisiera verlo contestó Gil; y los dos se alejaron en dirección á Santa Bárbara. -Ya has olvidado tus antiguas mafias, diablo de abate; ya no sirves para el caso. A ver cómo puedo yo entrar ahí; discurre un medio, un ardid cualquiera: ¿para qué te sirve esa travesura? á ver. -Hay un medio magnífico contestó Carrascosa. -Pues explícate pronto.

Ya quisiera yo... Gasta como una marquesa, y el mes pasado costeó, en San Cayetano, una novena a la Virgen de las Angustias, que era lo que había que ver... ¿Novena?

Soy culpada, muy culpada: pero te juro que jamás preví que pudieran haber tenido mis culpas tan fatales consecuencias para ti. Quisiera yo volverte la paz a costa de mi sangre. Quisiera morir para que y Braulio fueseis dichosos. La maldad, el pecado de que me motejas, le reconozco, le confieso, y estoy pronta a recibir por él el merecido castigo.

»¡Si nos amamos, Olga le grito, y si nuestra querida muerta aprueba este amor, yo quisiera ver si alguien podría censurarlo! Alégrate, pues, querida niña, recupera tu valor. »Pero ella no tenía alegría ni valor.

Y en veinticuatro horas se me muere, como si el cielo quisiera castigarme. Es verdad que me queda mi nieto; pero ese Juanito en nada se parece a su padre, y te lo confieso: le quiero poco; no veo en él más que un reflejo lejano de mi pobre hijo. De mi pasado, de aquella época que fue la más feliz de mi vida, sólo me resta Visitación. Es el retrato de la pobre muerta; ¡la adoro!

Si quisiera dinero, habría venido á pedírmelo, y no sería la primera vez... Pero debe haber de por medio algo que no adivino, y que le hace buscar el escándalo, sea como sea. Acababan de ser recogidos los heridos, y la gente los metía en el boliche. Un hombre á caballo salió en busca del médico de Fuerte Sarmiento, que sólo visitaba la Presa dos veces por semana.

El señor estaba orgulloso de que le quisiera una hembra de esa clase, y padece en su orgullito al ver que le dejan. ¡Ay, qué asco le tengo! Ya no es mi marío: me paece otro. Apenas nos hablamos, como no sea pa reñí. Lo mismo que si no nos conociéramos. Yo estoy sola arriba y él duerme abajo, en una pieza der patio. No nos juntaremos más, ¡lo juro!

¡Oh! ¿Y no se le ocurrió a usted la contestación a tan atrevido y antipatriótico aserto? preguntó con énfasis el diplomático. Yo le dije que aquí pensábamos arreglar todas esas cosas, y quitar la Santa Inquisición, y los diezmos, y los mayorazgos, como me decía el Sr. de Santorcaz. Doña María aferró sus manos a los brazos de la silla como si quisiera estrujar la madera entre sus dedos.

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