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Allí podemos acompañarla, finalmente, en su constante peregrinación artística, subiendo por la Cuesta de los Molinos, por las Vistillas de los Ángeles, por el Campo del Príncipe y por la Cuesta de San Cecilio, á buscar los sublimes panoramas que se descubren desde los Mártires ó desde Torre Bermeja, para ir luego á visitar las maravillas del Palacio encantado de Alhamar el Magnífico, y del aéreo, quimérico Generalife, asilos perdurables de poéticos ensueños..... Y en todos estos parajes veremos á aquella mujer, tan sensible y reflexiva, tan amante y soñadora, siempre al través del prisma de colores de una flora inagotable, siempre al son del canto del ruiseñor, siempre oyendo bajo nuestros pies, sobre nuestra cabeza y á nuestro lado, el rumor melancólico del agua, reluciente ú oculta, despeñada ó juguetona, y siempre entre la magia de los recuerdos históricos, de los primores artísticos, de las tradiciones románticas, de las solemnidades religiosas y del patético gemido que exhala todo lo decadente, todo lo desgraciado, todo lo que pasó..... como pasa nuestra vida.....

Manos sutiles como suavidades de lago, de seda que se aleja en rítmico frufú, como el hogar quimérico de un ensueño muy vago sobre las aguas mansas del piélago de azur. Frente color de aurora, donde bellas florecen, con aromas de cielo, flores de castidad; mejillas sonrosadas que en su gracia parecen vírgenes de los lienzos de la pasada edad.

La inmensa renovación de las cosas había embriagado los espíritus; sólo lo posible parecía quimérico. La Edad Media desapareció en el abismo de los siglos pasados, y, para los hombres empezaba una nueva era, más libre y feliz.

Otras veces, la inquilina del cráneo se despertaba impetuosa, haciendo toda clase de cabriolas y extravagancias, y el ilustre maestro pasaba de golpe á vivir en un mundo quimérico, mientras su cuerpo se movía en este mundo terrenal.

¿No me has dicho una y mil veces que todo mi esfuerzo es vano, que no habría entre los dos más que el cariño de hermanos? ¿No me dijiste cien veces que tanto afán y amor tanto eran quimérico sueño? ¿que nunca en tus ojos claros la mirada de los míos clavara yo enamorado, porque solo podías darme un triste desengaño?

Avisábale un obscuro instinto lo quimérico de los planes heroicos concebidos en la soledad oceánica. La tierra cercana parecía repeler sus valerosas concepciones. Percibía en torno de él un ambiente de restricción y de orden más imperioso que el que había dejado a sus espaldas al embarcarse.

Un caballero cristiano que militaba en sus filas y á quien confió esta mision, deseoso de reconciliarse con su rey, exageró el número de los enemigos, y pintó no solo peligroso, sino hasta quimérico el proyecto de atacarlos. «Vais á morir, le dijo á Aben-Hud: vais á sacrificaros en vano por una ciudad que está condenada desde mucho tiempo á los horrores de la servidumbre.

Y como él prefería ser ciudadano, siguió usando sus trajes civiles, una indumentaria soñada sin duda en sus tiempos de pobreza como algo magnífico y quimérico: trajes de paño azul celeste ó verde esmeralda, corbatas y pañuelos con las tintas del arco iris, productos de fábricas misteriosas de Inglaterra ó los Estados Unidos, cuya existencia ignora el común de los mortales y que parecen trabajar únicamente para la elegancia masculina de los trópicos.

Su rostro ovalado en donde se veía impreso el sello de una leve y espiritual demacración, sus armoniosas facciones llenas de una suave y melancólica dulzura, su intensa palidez, las purísimas líneas de su contorno esbelto, su ademán reposado y noble, su traje blanco y flotante, me traían á la memoria esas mujeres que yo soñaba cuando casi era un niño. ¡Castas y celestes imágenes, quimérico objeto del vago amor de la adolescencia!

Mientras caminaba hacia Rosalinda, se entretuvo en edificar una vez más ese quimérico refugio en que soñaba abrigar su edad madura. «Seguramente pensaba, enamorarse a mi edad se presta un poco al ridículo, pero no hay duda que la señora Liénard realizaría cumplidamente mis ideales.