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Actualizado: 21 de mayo de 2025
No me hubiera consolado de morir tan pronto, sin haber podido ver la primavera. Han brotado esas queridas hojas de abril y yo estoy aquí para verlas. Las toco, las huelo, las estrujo entre mis manos y las digo: «Aun estoy entre vosotras. Quizá me será dado ver el estío bajo vuestra sombra.
Los carruajes mismos, parece que van contentos, y como de victoria. Los pobres mismos, parecen ricos. Hay una quietud magna y una alegría casta. En las casas todo es algazara. Los nietos ¡qué ir a la puerta, y aturdir al portero, impacientes por lo que la abuela tarda! Los maridos ¡qué celos de la misa, que se les lleva, con sus mujeres queridas, la luz de la mañana!
Esto halagaba mi vanidad, pero no llenaba mi corazón. ¡A! ¡no! en él resonaban huecos los aplausos; le aturdían, pero no le conmovían. Y me faltaba algo; yo era pobre; trabajando á partido ganaba poco; me veía obligada á alquilar trajes, en que todo era falso y muchas veces viejo; otras llevaban sedas y brocados, y perlas y diamantes... eran queridas de algún gran señor.
»Y, entretanto, el navío nos alejaba para siempre de aquellas queridas playas, pobres, desterrados, sí, ¡desterrados para siempre!... Esta palabra vibraba en mis oídos con una violencia que ni el ruido de las olas, ni los gritos de los marineros podían ahogar; mientras que a lo lejos y de pie en la costa, Teobaldo agitaba todavía en señal de despedida su pañuelo blanco, que no tardó en desaparecer en la obscuridad.
Debo decir desde luego que, desde el momento que pisé estas tierras queridas del sol, el África suena en mis oídos a todo momento, sea en las quejas da Selica al pie de los árboles matadores, sea en sus cantos adormecedores, sea en el cuadro opulento de aquel indostán sagrado donde el sol abrillanta la tierra. Es un hecho positivo que el manzanillo tiene propiedades fatales para el hombre.
Un óvalo pálido, dos círculos de sombra negra, en el lugar donde están los ojos, es todo lo que la obscuridad permite distinguir. Me parece que estoy ciego dice él. Y su mano trémula baja de la frente de Gertrudis hasta sus mejillas, como para reconocer, tocándolas, esas facciones queridas. Ella no retrocede ya y deja caer su cabeza sobre el hombro de Juan.
Uno de los magníficos edificios de Munich es el palacio real, tan bello en su interior como por fuera. Una de las salas de que consta se llama Salon de las Hermosas: allí están los retratos de todas las queridas que ha tenido el monarca, entre las que ví á nuestra turbulenta y célebre compatriota, la Lola Montes, en pintura se entiende.
Pronto concibió por mí un amor de cabeza, vivamente transformado en amor de los sentidos. Al cabo de unas semanas su existencia había cambiado por completo. Ya no recibía á ninguna de las personas á quienes encontré en su casa, y que fueron reemplazadas con increíble facilidad por mis amigos y sus queridas. Aunque distinguida por educación, no tenía el sentido de las distancias sociales.
Hasta en aquellos lugares donde el hombre suele perder todo encanto, porque es el deber, lograba conquistas verdaderas y de ello se pagaba no poco el Marquesito, que trataba con desdén a las queridas ganadas en buena lid, y con grandes miramientos y hasta cariño a las que le costaban su dinero.
Sólo con el auxilio de las anteriores reflexiones puedo comprender el carácter de don Periquito, ese petulante joven, cuya instrucción está reducida al poco latín que le quisieron enseñar y que él no quiso aprender, cuyos viajes no han pasado de Carabanchel; que no lee sino en los ojos de sus queridas, los cuales no son ciertamente los libros más filosóficos; que no conoce, en fin, más ilustración que la suya, más hombres que sus amigos, cortados por la misma tijera que él, ni más mundo que el salón del Prado, ni más país que el suyo.
Palabra del Dia
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