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Actualizado: 21 de junio de 2025
La señorita de Freneuse dedicó al recién llegado una amable sonrisa, se levantó y ofreciendo la mano á Cipriano le condujo hasta su madre. Había prometido volver muy pronto, queridas primas, dijo el antiguo comerciante, y aquí estoy para traer á ustedes mejores esperanzas que la última vez. ¿Ha sabido usted algo favorable á nuestra causa? preguntó turbada la señora de Freneuse.
Don Álvaro, que sabía presentarse como un personaje de novela sentimental e idealista, cuando lo exigían las circunstancias, era en lo que llamaba El Lábaro el santuario de la conciencia, un cínico sistemático. En general envidiaba a los curas con quienes confesaban sus queridas y los temía.
Además de eso, ¿no han desterrado al conde de Lemos porque había llevado una noche al príncipe de Asturias á casa de una de las queridas de don Rodrigo Calderón? ¿No han apartado de la crianza del príncipe á don Baltasar de Zúñiga, porque daba demasiado gusto á su alteza, y no han sacado también al duque de Uceda del cuarto del príncipe, sin duda porque han sabido que le traía aquí para que desde bien temprano se acostumbrase á las favoritas?
¡Si fué una casualidad, hombre! dijo la Amparo dulcificándose . Vino esta noche porque había ido de juerga con León y Rafael, y a última hora se le ocurrió a Nati hacerme una visita. Pues basta de casualidades. Yo no aspiro a que me adores, ¿sabes?; pero no quiero pagar las queridas a esos perdularios de sangre azul. ¿Lo has oído, salero?
La escena tenia un aspecto de dulce majestad que provocaba á soñar y entregarse á las memorias queridas.
ELSA. ¡Trompetas queridas! ¡Qué alegres suenan! ¡Cantad más alto, más alegremente, queridas trompetas! Acompañad a mi prometido, a mi espectro de los labios ardientes. Se ha retrasado un poco; pero hay que perdonárselo: se ha retrasado besándome. ¡Ah, Elsa, liviana doncella! No tienes pudor. ¿A quién acabas de besar en la obscuridad?
Algunas veces había pensado que había ciertas mujeres, pocas, que tenían un no sé qué, merced al cual ella sentía así como una disparatada envidia de los hombres que podían enamorarse de ellas; esas mujeres que ella concebía que fuesen queridas por los hombres, no eran como la mayor parte, que, guapas y todo, no comprendía qué encontraban en ellas los varones para enamorarse.
Se ha reconocido entre sus síntomas, fenómenos morales que la recomiendan en el suicidio maniático, y en el mismo por escrúpulos con fenómenos histéricos, llantos involuntarios y olvido de las personas mas queridas. Las inflamaciones propias de belladona son profundas; ocupan el espesor de los órganos en los que hay punzadas y aun dolores, que tienen un carácter neurálgico.
Los caballeros mozos de la ciudad, llevando en sus manos pomos de aguas odoríferas y de esencias, los derramaban allí en donde hallaban a sus amadas y queridas, sacándolas y reconociéndolas en tanta confusión por los colores que vestían.
Aquel matrimonio que había preparado, aquella combinación inteligente que ella misma se aplaudía como un rasgo de genio, podía convertirse en su confusión y en su ruina. No hacía falta para ello más que un capricho de la Naturaleza o la estúpida honradez de un médico para que quedasen fallidos los cálculos más sabios y defraudadas sus más queridas esperanzas.
Palabra del Dia
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