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Actualizado: 21 de mayo de 2025
La Felipa, la Socorro y la Nati, cortesanas famosas en la capital, que fueron queridas de muchos personajes, ministros, banqueros y grandes de España, lo habían sido antes de él. El fué quien, por medio de sus celestinas, las había sacado de la calle de la Paloma, del barrio de Triana en Sevilla o del Perchel, de Málaga, y había gozado de sus primicias.
La poetisa se hallaba en un paroxismo de furor secreto. ¿Cómo podía yo decidirme por una solución contraria á las ideas de Cantarranas, cuando éste era mi Mecenas, ó, para valerme de una de sus más queridas figuras, corpulento roble que daba sombra á este modesto hisopo de los campos literarios?
»A los amantes les acompaña la juventud, en tanto que a los padres nos acecha la vejez. »Lo que para ellos es su primera pasión para nosotros es nuestro último sentimiento. »Cuando a un marido le engañan, cuando a un amante le venden, encuentra a su placer mil queridas, y sucesivos amores llegan a hacerle olvidar el primero. »Mas ¡ay! un padre ¿podrá encontrar otra hija?
CLEOPATRA. Juno, pequeña, no podemos ocuparnos de tu soldado; tenemos ahora otros en que pensar... ¿Qué haremos, pues, queridas amigas? Voy a proponeros una cosa... Quiero que se acerquen. No puedo vivir lejos de ellos. Quisiera ver al picaruelo que me ha traído en sus brazos. Exhalaba un olor delicioso a soldado. ¿Dónde está? CLEOPATRA. Mírale, con la boca abierta. VERÓNICA ¡Me voy con él!
Las letras son para él queridas pasajeras, que se toman y se dejan rehuyendo compromisos, y a las que no se pide sino el placer del momento, sin la preocupación del mañana.
Con seguridad iba a descubrir mi secreto, y no iba a poder continuar mis lecturas queridas. Inmediatamente corrí a buscar otras novelas más, que llevé a mi cuarto y las reemplacé en los estantes con libros tomados al azar; pero a pesar de mis precauciones, tenía, por cierto, que el cuadro de papel con que había substituido al vidrio roto, era un indicio acusador.
Entonces, queridas amigas, á la mesa, exclamó Maugirón levantando una cortina. Los huevos revueltos con trufas acaban de aparecer; no les hagamos esperar. Ya nos diremos cumplimientos mientras comemos. Pasaron al comedor, en el que se revelaba el lujo bien entendido del hombre que sabe vivir, por los brillantes accesorios de fino cristal, hermosa porcelana y rica argentería.
En sus relatos dan á veces los botánicos testimonio del júbilo, de la emoción que sienten cuando, después de haber escalado rocas vivas, de haber recorrido las nieves, de haber andado á lo largo de abiertas grietas, llegan á un espacio libre, á un jardín, cuyas floridas plantas les recuerdan algunas tierras queridas del Norte lejano, quizá de su patria, situada á millares de kilómetros de distancia.
¿Y seríais capaz...? ¿habláis seriamente? Tan seriamente, que voy á empezar á deciros lo que quiero. Veamos, veamos lo que queréis. Quiero, en primer lugar, ocupar el lugar que me corresponde. ¿Pues qué, no le ocupáis? No por cierto. Las queridas de los grandes hombres, son ó deben ser más que sus queridas.
A un lado estaban la soledad, el egoísmo indiferente de todo lo que se siente morir, la puerta del templo cerrada para siempre; al otro lado bullían y se agitaban los símbolos del porvenir, de la esperanza y de la vida. La Iglesia es como esas queridas desdeñosas que nunca vuelven a recibir entre sus brazos al que una vez se aparta de ellas. Lázaro se volvió pensativo a la posada.
Palabra del Dia
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