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Actualizado: 16 de junio de 2025
Así los que aborrecian á todos aquellos que observaban la lei de Moisés, i negaban á los que descendian de ellos la entrada en las dignidades eclesiásticas i en las órdenes militares, ya querian abrirles franca puerta, solamente por una ficcion que era agradable á sus ojos. ¡Tanto puede una noticia que traiga consigo apariencias de verdad, i que alcance la ventura de ser acreditada por personas ilustres en la sangre, insignes en los hechos i doctas en los escritos!
Con esto, dicho se está, que fallaban cuantos querían los encargados de la obra. Faltaba dinero para el hierro, por ejemplo, pues se admitían fallas y se cubría en seguida la cantidad. ¿Pasa hoy esto?
Nieves y Catana, mientras hablaba así don Alejandro, después de mirar lo que se descubría de frente y sin esfuerzo, querían salir al balcón para mirar hacia los lados. Poco a poco les dijo don Alejandro conteniéndolas ; no se permite mirar más que por derecho y desde ahí, ¿estamos?: lo otro ya se verá desde donde deba verse.
En cambio, los enemigos y la gran masa del público, que desea peligros y muertes, ¡qué injustos en sus apreciaciones! ¡qué audaces para insultarle!... Lo que toleraban a otros matadores, estaba vedado para él. Le habían visto audaz, lanzándose ciegamente en el peligro, y así le querían para siempre, hasta que la muerte cortase su carrera.
Tambien me informó dicho D. Nicolas del Puerto, que en ocasion de hallarse en Chiloé, y en el estrecho de Magallanes, en un brazo de mar que entra tierra adentro, sacando los españoles de un navio que se le perdió, un indio de aquella tierra, á quien tomó aficion, le comunicó, con gran encargo del secreto, que por esta parte de la Cordillera habia un pueblo de españoles; pero que los indios no querian que se supiera, y que si sabian que él lo habia descubierto á algun español, lo matarian sin duda.
Pero Batiste tenía la cólera firme de los hombres flemáticos y cachazudos, que cuando pierden la calma tardan mucho á recobrarla. ¡A regar! ¡á regar! Y Batistet, repitiendo alegremente las palabras de su padre, cogió los azadones y salió de la barraca seguido de su hermana y los pequeños. Todos querían tomar parte en este trabajo, que parecía una fiesta.
Después de haber caminado cien leguas descubrimos tres canoas con cuatro hombres que, vogando á toda fuerza de remos, se nos acercaron insinuando que querían hablarnos; el uno era Payaguá y los otros Guaranís, cristianos antiguos, que saltando ligeramente en nuestra barca, dijeron resueltamente que se querían quedar con nosotros, aunque les pesase á sus caciques.
Sentáronse luego, anduvo la cosa de buena manera, y queriendo jugar antes el dinero que el tiempo, en poco rato perdió Lope seis escudos que tenia, y viéndose sin blanca, dijo que si le querían jugar el asno, que él le jugaría. Acetáronle el envite, y hizo de resto un cuarto del asno, diciendo que por cuartos quería jugarle.
Esta Pepay era una rozagante moza que pasaba por ser muy amiga de don Custodio: á ella acudían los contratistas, los empleados y los intrigantes cuando algo querían conseguir del célebre concejal.
Pero cuando los pobres caballos pasaron por el camino, ellas abrieron los ojos despreciativas: Son los caballos. Querían pasar el alambrado. Y tienen soga. ¡Barigüí sí pasó! A los caballos un solo hilo los contiene. Son flacos. Esto pareció herir en lo vivo al alazán, que volvió la cabeza: Nosotros no estamos flacos. Ustedes, sí están.
Palabra del Dia
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