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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Por fin, a indicación de varias amigas, mandó en busca de una conversa del arrabal que realizaba curas milagrosas. La mujer lavó la herida copiosamente con un cocimiento, aplicó un emplasto, prescribió un brebaje y recomendó que no acercasen cosa alguna a la llaga si no querían corromperla. Dos días después cesaba el delirio y la calentura decrecía.
Y así, con aquel espacio y silencio caminaron hasta dos leguas, que llegaron a un valle, donde le pareció al boyero ser lugar acomodado para reposar y dar pasto a los bueyes; y, comunicándolo con el cura, fue de parecer el barbero que caminasen un poco más, porque él sabía, detrás de un recuesto que cerca de allí se mostraba, había un valle de más yerba y mucho mejor que aquel donde parar querían.
Consistía, pues, esta riqueza, en la facultad preciosa de desprenderse de la realidad, cuando querían, trasladándose a un mundo imaginario, todo bienandanzas, placeres y dichas.
Hacen pensar en las viudas las palmas caídas. Este o aquel amigo, es verdad, querían saber de vez en cuando qué tal le iba yendo a la pobre señora. ¡Oh! se interesaban mucho por su suerte. Ya ella sabía: en cuanto le ocurriese algo no tenía más que mandar. Para cualquier cosa, para cualquier cosa estaban a su disposición.
Alli los criaba un anciano docto y piadoso, dándoles la instruccion necesaria en lo espiritual y literario, y cumplidos los 18 años se les preguntaba delante de todo el clero si querian casarse ó vivir solteros; y de alli á otros dos años, segun la respuesta que habian dado, ó los promovian al subdiaconado, ó les permitian el matrimonio dejándoles ir á sus casas.
Y buscaba yo, entre las mil casas de Villaverde, la humilde casita de mis tías. Ahí estaban las buenas ancianas que tanto me querían; ahí estaba Angelina, la pobre huérfana objeto de mi amor.
Era mi estado como el de un calenturiento con pesadilla. Al amanecer, a misa del alma. ¿Quiénes? Todos querían ir a oírla; pero no se lo consentimos a muchos que hacían falta en la casa, y particularmente a Mari Pepa, que se hubiera visto muy mal para acompañarnos.
Zalacaín se sentía muy español y dijo que los franceses eran unos cochinos, porque debían hacer la guerra en su tierra, si querían. Capistun, como buen republicano, afirmó que la guerra en todas partes era una barbaridad. Paz, paz es lo que se necesita añadió el gascón ; paz para poder trabajar y vivir. ¡Ah, la paz! replicó Martín contradiciéndole ; es mejor la guerra.
A las ocho de la mañana vinieron los indios á que les comprase los caballos, de lo que me escusè, esforz ndolos á que fuesen á venderlos al establecimiento del Rio Negro; pero no fuè posible porque dicen tienen los caballos cansados, y que est lejos, por cuyo motivo querian volverse. En esta suposicion se les regalò aguardiente, harina, bizcochos, porotos y abalorios.
11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, repartió a los discípulos, y los discípulos a los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. 12 Y cuando fueron saciados, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que han quedado, para que no se pierda nada.
Palabra del Dia
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