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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Se agrupan ante los grandes escaparates con aire desdeñoso, como príncipes que van de incógnito y no saben ocultar su elevado origen; hablan de las estruendosas ovaciones, tributadas por públicos exóticos; exhiben con satisfacción infantil, brillantes en los dedos y la corbata, insinúan con estudiada reserva los arrebatos de las grandes damas, que locas de amor querían seguirles a Milán; exageran las cantidades ganadas en su viaje y fruncen el ceño con altivez cuando algún camarada desgraciado les pide un refresco en el inmediato café Biffi.

Nuestro estudiante se sintió profundamente conmovido; guardó silencio un instante y no queriendo preguntar más porque adivinaba vagamente que algo terrible le querían comunicar, dijo únicamente: Bien, mañana por la mañana tomaré el tren mixto. Es inútil repuso Valle, después de vacilar un poco.

Rico de nacimiento, y enriquecido aun más por su arte, no viajaba, como otros, en busca de fortuna. Viajaba porque estaba lleno de águilas, que le comían el cuerpo, y querían espacio ancho, y se ahogaban en la prisión de la ciudad.

¡Oh, oh! exclamó Montiño , á quien empezaban á parecer bien aquellos polvos; ¿y para qué querían que la reina fuese obediente al rey? ¿y quién lo quería? Os diré, señor Francisco: la reina, en la apariencia, obedece al rey; pero en realidad conspira. ¡Ah, ah! eso es cierto. Pues bien; con las conspiraciones de la reina no se puede gobernar. ¡Ah, ya!

Ya que él se tomó la libertad de creer que ningun filósofo antes de él habia expresado de la manera conveniente este principio, permítaseme decir que él no entendió bien lo que querian significar los otros.

Valls, en sus tiempos juveniles, cuando mandaba buques de su padre, había conocido mujeres de todas clases y colores, viéndose mezclado en orgías marinerescas que acababan entre olas de whisky y golpes de cuchillo. Pablo, cuéntanos aquellos amoríos en Jaffa, cuando los moros te querían matar.

Todos en dicho día querían ver la casita y el laboratorio donde la benemérita sabia había hecho su descubrimiento: modestos edificios cubiertos ahora por la techumbre de un templo majestuoso, en torno del cual se extendían vastísimos jardines. La capital casi quedaba desierta después de mediodía.

No quería yo más para divertirme: así es que, poniendo una silla en lugar de toro, le capeé, le puse banderillas y le muerte con mi sable, pasándole de parte a parte. ¡Cuánto se rieron aquellos condenados! Hasta el General acudió a verme. Veo que has aprovechado el tiempo en el campamento francés dijo la señora madre con tremenda ironía. Si no querían dejarme venir.

Se me presentaba un porvenir brillante; me querían mis amigos y compañeros; gozaba de una naturaleza privilegiada y de unas facultades mentales superiores; amaba a mi patria hasta el sacrificio, y me sentía poeta y dueño de una palabra fácil y atractiva.

A veces creía que se odiaban, a veces que se querían; siempre le parecieron un enigma viviente y trágico, una sima de pasiones pavorosas, a cuyo borde andaba la infeliz todo temerosa y estremecida, con un paso incierto de sonámbula, con una mirada pávida y llorosa, llena de lejana tristeza.

Palabra del Dia

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