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Actualizado: 4 de junio de 2025
Te andas por las alturas... el ramo de señoritas está mal: aguárdate, que voy a decirte.... Levantose Colmenar, y abriendo un cajón de su pupitre, sacó una tira de papel, rancia y amarillosa, cubierta de nombres, que recordaba las listas de proscripción.
Sentose don Claudio Fuertes delante del pupitre; cogió pluma y papel, y escribió en un credo algunos renglones que leyó después a don Alejandro Bermúdez, y decían así: «Mi querido sobrino: Por las sospechas que apuntas en tu carta del tantos, es posible que te convenga mejor que el hospedaje que en esta casa tenías y tienes a tu disposición, el que te reserva en la suya la persona que te fue con la noticia que ha dado origen a tus temores, si es que persistes en tu propósito de venir a Villavieja; pues pudieras haber variado de parecer después de considerar que no tienes derecho alguno ni autoridad suficiente para hacerme la pregunta y las reflexiones que me haces en tu mencionada carta.
Su declaración provocó esta vez más una grande hilaridad en el espíritu tanto menos sencillo de la clase. Sólo Manuel Peralta no se rió, absorbido por la lectura de algo que disimulaba dentro de su pupitre.
Adviértelo en tu casa del modo menos estrepitoso que puedas, y hazme el favor de mandar que venga un cura para confesarme... y por si no tengo tiempo para advertírtelo después..., escúchame ahora unos instantes... A pesar de las sangrías espantosas hechas a mi bolsillo por tu madre, todavía os dejo una gran fortuna, como veréis por el testamento cerrado, cuya copia hallaréis en mi pupitre.
Y el ministro, amigo de Rafael, el único que ocupaba el banco azul, abrumando con su enorme tronco el pupitre, volvía su cabeza de búho gordo, pelado y con agudo pico para sonreír benévolamente al joven. El orador continuaba cada vez más sereno, fortalecido por aquellas muestras de aprobación. Hablaba de los detenidos y profundos estudios que la comisión había hecho de los presupuestos.
En la mesa grande, casi vacía, se alzaban solitarios los altos floreros, y a la luz escasa era lúgubre la mancha blanca del enorme mantel, semejante a un sudario. Sobre el mostrador, un quinqué de petróleo despedía en torno un círculo de claridad anaranjada, concreta, y el amo del establecimiento sirviéndole de pupitre la tableta de mármol , escribía guarismos en una gran agenda.
En el colegio, el brutal despertar del «Nuevo» caído del nido familiar, en el cuartel la primera llamada del «quinto» arrancado a su aldea, la primera clase de la pasanta en su pupitre, el primer día de la criada en su fogón, del aprendiz en su taller, del dependiente en su tienda, del meritorio en su oficina, ¡qué calvario!
Por una cortina entreabierta distinguieron á la doctora, que escribía en la pieza inmediata. Estaba encorvada sobre un pupitre americano, pero los vió inmediatamente en el espejo que tenía delante de ella para espiar todo lo que pasaba á sus espaldas. Adivinó Ulises que la imponente señora había hecho ciertos preparativos de tocador para recibirle.
Cuando nosotros entramos, parecía meditar profundamente no sé qué pasaje de un libro abierto sobre su pupitre; al aproximarme reconocí en aquel libro una de las obras maestras de nuestra metafísica, obra maestra, en efecto, de toda la aridez de corazón aliada a toda la presunción de espíritu.
En seguida se echó de ver que Melisa había reparado también en el mismo parecido; de consiguiente, cuando se veía sola, le golpeaba la cabeza de cera contra las rocas, la arrastraba a veces con una cuerda atada al cuello, al ir y volver del colegio, y otras, sentándola en su pupitre, convertía en acerico su cuerpo paciente e inofensivo.
Palabra del Dia
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