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Actualizado: 14 de julio de 2025
Es de noche; entra en la alcoba, y ve durmiendo en su lecho á un hombre y á una mujer: arrastrado por sus rabiosos celos, saca un puñal y atraviesa con él á ambos. Cuando se dispone á abandonar la alcoba, se le presenta Laurencia. Pregúntale entonces: ¿Quién son dos que ocupan Mi noble lecho? Pues son, esposo, tus padres, Que en busca tuya han venido Pasando montes y valles.
Y por un accidente de la vida, ¿buscas un puñal contra la vida? ¿Quieres sacrificar el cielo á un celaje? ¿Quieres sacrificar el mar á una ola? ¡Ay! Á la gota de sangre que cae de un dedo, ¿quieres sacrificar el corazon? Á la lágrima que cae de los ojos, á este soplo del aroma húmedo de nuestra alma, ¿quieres sacrificar el alma toda?
Colgando de los brazos o en el fondo de dos bolsones de lienzo, llevaban las medias de lana burda y asfixiante, los calcetines ásperos que un puñal no podría atravesar. Es el capital de su familia; lo que la mujer y las hijas han hecho unas veces al sol, guardando las ovejas, y otras de noche, junto a los sarmientos humeantes de la cocina.
Su herida es bien pequeña, más bien dicho, superficial, y, sin embargo, su estado de decaimiento y postración ha sido de los más extraordinarios; además, hay ciertos síntomas tan misteriosos, que a sir Carlos y a mí nos han llenado de confusión. ¿Qué arma ha usado ese hombre? No ha sido un puñal común, ciertamente.
De su amor recibiste tu primer amor: ¿eres tú quien ahora pones en su mano un puñal? Si tu padre cae en la bancarota, tú vas á vivir infamado: ¿eres tú quien quiere que se mate para evitar tu infamia? ¿Eres tú quien crees que tu egoismo vale más que la vida del que te ha consagrado su existencia? ¡Pero oye aún!
He aquí que desciendes a justificarte, y que vas por todos los pueblos europeos y americanos mendigando una pluma venal y fratricida, para que por medio de la Prensa defienda al que la ha encadenado! ¿Por qué no permites en tu patria la discusión que mantienes en todos los otros pueblos? ¿Para qué, pues, tantos millares de víctimas sacrificadas por el puñal; para qué tantas batallas, si al cabo habías de concluir por la pacífica discusión de la Prensa?
Sí. Hable, pues: ya le escucho. ¿Te imaginas, hijo mío, que no he comprendido que tratabas de matarte... esta noche... ahora mismo? Amaury se sintió estremecer de pies a cabeza y dirigió instintivamente los ojos al cajón donde estaban las pistolas. Si, querías matarte continuó el doctor, y guardas el instrumento de muerte, las pistolas, el puñal o el veneno, ahí mismo, en ese cajón.
Mantoux se volvió hacia la chimenea, se apoderó maquinalmente del puñal corso de la señora Chermidy, probó la punta sobre uno de sus dedos e hizo doblar la hoja sobre el mármol. La señora Chermidy no le miraba; esperaba el resultado de su decisión.
¿Qué hay en vuestras palabras, Dorotea, que las hace para mí agudas y afiladas como un puñal? Hay, que no me conocéis bien: hay vuestro recelo... ¡creéis que yo estoy ofendida de vos! Debéis estarlo. Lo estaría si os hubiéseis casado con otra mujer. Una mujer que ama no cede á ninguna su amor.
El doctor examinó la herida de la señora Chermidy y reconoció que el puñal había atravesado el corazón de parte a parte; la muerte debió de ser instantánea; era, pues, imposible, que la víctima hubiese podido llegar hasta la cama. El señor Stevens, comiendo la noche anterior con el duque, había podido observar el estado de sus facultades mentales.
Palabra del Dia
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