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Los dos amantes se encontraban en la villa el día de la tragedia; y los gritos, del mismo Príncipe Zakunine, junto con la detonación del arma, hicieron acudir a los sirvientes despavoridos, a cuyos ojos apareció un tremendo espectáculo: la Condesa yacía exánime al pie de la cama, la sien derecha perforada por un proyectil, y un revólver cerca de su mano.

Si te hirió un proyectil, a tu caída, rayó el alba entre negras tempestades; ¡cada gota de sangre de tu herida fué semilla de nuestras libertades! Con tus lanzas tomaste nuestras villas, venciste al César con su plan de engaños; hizo tu talibóng su trono, astillas, ¡Rompió su cetro de trescientos años! Nos salvó tu estrategia. ¡Cuántas muertes evitaron por nuestras legiones!

Por detrás de la barrera iban los chulos de la plaza, con sus blusas rojas, abrumados bajo el peso de las capas de brega, repugnantes andrajos manchados de sangre; y por los tendidos, haciendo prodigios de equilibrio, filtrándose por entre el compacto gentío, avanzaban los vendedores de gaseosas con el cajón al hombro, pregonando la limonada y la cerveza, y los tramusers con un capazo a la espalda, llenando de altramuces y cacahuetes los pañuelos que les arrojaban desde las nayas y devolviéndolos a tan prodigiosa altura con la fuerza de un proyectil.

Arrojó otra piedra, y luego otra, persiguiendo de este modo al terrible pez mecánico que daba vueltas en torno á su bote. Sintió un escalofrío de angustia al darse cuenta de que sólo le quedaba un pedazo de roca como último proyectil, y lo arrojó con toda la fuerza de su desesperación, casi sin mirar, confiándose al instinto y á la suerte.

Un proyectil penetró en cierta iglesia, arrancando las narices a un ángel de madera que sostenía la lámpara; otro destrozó el lecho de un fraile de San Juan de Dios que afortunadamente se hallaba fuera en el instante crítico.

Pues me refiero a un día memorable porque en él cayó sobre Cádiz y junto a la torre de Tavira la primera bomba que arrojaron contra la plaza los franceses. Ha de saberse que aquel proyectil, como los que le siguieron en el mismo mes tuvo la singular gracia de no reventar; así es que lo que venía a producir dolor, llanto y muertes, produjo risas y burlas.

Ahora está contando que ha visto un proyectil de los que tiran los carcas, y el fusil Berdan... No dice agujeros, sino orificios. Todo se vuelve orificios, y el marqués no sabe lo que le pasa...». No pudo seguir, porque entró Muñoz, fumando un gran puro, a saludar al enfermo. «Hola, Juanín... ¿Estamos exclaustrados?... ¿Y qué es?... ¿coriza?

Introdujeron el primer proyectil en la recámara, mientras el apuntador se esforzaba por distinguir aquel pequeño bastón negro perdido en las ondulaciones del agua. El buque volvió á sufrir otro choque tan rudo como el anterior. Todo él gimió con un estremecimiento agónico. Las planchas temblaban, perdiendo la cohesión que hacía de ellas una sola pieza.

Era ya un maestro. Cuando apuntaba al monigote dibujado en el muro, lamentábase de que no fuese un hombre, un enemigo odiado al que necesitase exterminar. Esta bala iba al corazón. ¡Pum! Y sonreía satisfecho al ver marcarse el agujero del proyectil en el mismo lugar a que había apuntado.

Sospechó un instante que estaba demasiado cerca y podía alcanzarle una bala en su desvío. Pero él era el director, todo lo había organizado y todos le debían obediencia. Las armas estaban cargadas por él, y no era aceptable ni correcto que un proyectil se permitiese la insolencia de ir en su busca. Gómez dudó también por un instante si se retiraría, pero al ver inmóvil al maestro se pegó a él.