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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Pudo don Carlos avanzar todavía algunos pasos, pero Manos Duras disparó contra él, pasando el proyectil tan cerca de su rostro, que por un momento se creyó herido. Entonces Rojas se dejó caer para presentar menos blanco, y fué arrastrándose, con el revólver en la diestra.
Grano de Sal le siguió, no sabiendo si la intención que el doctor había manifestado de emplearle como proyectil, era una broma o no. Pero, fiel a su sistema de consolarse, se dijo: Preferiría eso a ser colgado por los ingleses. ¡Silencio! todo ha terminado, todo se lo ha tragado el abismo. La espuma de los altos mástiles ha cubierto la cima. VÍCTOR HUGO, «Navarin».
Únicamente por esto podía mostrar Chichí tal desesperación. Su esposa le fué relatando la triste noticia. René estaba herido, gravemente herido. Un proyectil había estallado sobre su batería, matando á muchos de sus compañeros. El oficial había sido extraído de un montón de cadáveres: le faltaba una mano, tenía heridas en las piernas, en el tronco, en la cabeza. ¡Quiero verle! repetía Chichí.
Para la energía no basta un acceso momentáneo; es necesaria una pasion fuerte, pero sostenida por algun tiempo. En el ímpetu hay explosion, el tiro sale, mas el proyectil cae á poca distancia; en la energía hay explosion tambien, quizas no tan ruidosa, pero en cambio el proyectil silba gran trecho por los aires, y alcanza un blanco muy distante.
Temía por la vida de su capitán, mientras él continuaba de pie, ofreciéndose á los disparos de los enemigos. Ferragut marchó de un lado á otro, maldiciendo su falta de medios para responder á la agresión. «¡No le ocurriría otra vez!... ¡No se divertirían más dándole caza!» Un segundo proyectil abrió otra brecha en la popa... «¡Mientras no sea en las máquinas!», pensaba el capitán.
Tampoco las lesiones internas, el camino seguido por el proyectil, que iba por una línea inclinada de abajo arriba, permitían formarse una opinión precisa. En la persona de la muerta, ningún rastro de la violencia: ni en las manos, ni en las muñecas, ni en el cuello.
Los escombros de su propiedad le servirían de sepulcro. Y la certidumbre de la muerte en las tinieblas, como un roedor que ve obstruídos los orificios de su madriguera, comenzó á hacerle intolerable este refugio. Arriba continuaba la tempestad. Un trueno pareció estallar sobre su cabeza, y á continuación el estrépito de un derrumbamiento. Un nuevo proyectil había caído sobre el edificio.
Sonó un hervor del caldera, luego un ruido de catarata, y la concurrencia, dando gritos, empezó á huir hacia las habitaciones interiores. ¡Zas!... Gillespie, no sabiendo cómo defenderse de aquel enjambre maligno, había lanzado un salivazo dentro del salón. El proyectil líquido pilló á los dos poetas y los hizo caer con su lanza envueltos en una ola pegajosa, de la que no sabían cómo salir.
Uno permaneció mudo, por más que los artilleros improvisados se agitaron en torno de él; otro, al disparar, se acostó de lado por haberse roto una de sus ruedas, aplastando á los que pilló debajo. El tercero funcionó normalmente, y su proyectil, en vez de tocar al coloso, echó á pique dos de los barcos que estaban á la carga.
El mundo, cargado de vivientes, corría siempre adelante, sin pasar dos veces por el mismo sitio. Jaime lo había visto aparecer en el horizonte como una lágrima de luminoso azul; luego agrandarse y agrandarse, hasta llenar todo el espacio, pasando junto a él con rotación de rueda y velocidad de proyectil a un mismo tiempo; y ahora se empequeñecía otra vez, huyendo por el extremo opuesto.
Palabra del Dia
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