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Actualizado: 11 de junio de 2025
Los señores de los Pazos no protestaban: eran marqueses por derecho consuetudinario; y cuando un labrador, en un camino hondo, se descubría respetuosamente ante don Pedro, murmurando: «Vaya usía muy dichoso, señor marqués», don Pedro sentía un cosquilleo grato en la epidermis de la vanidad, y contestaba con voz sonora: «Felices tardes».
Queden en libertad: no los persigamos, pero no los protejamos tampoco. Recuerdo haber visto en Bruselas una Exposición de pintura y escultura hecha por artistas libres, que protestaban furiosos, en nombre del progreso y del arte del porvenir, contra el arte oficial, ordinario y trillado.
Las mujeres protestaban vociferando de las órdenes de la policía. Eso es: debemos marchar por las rondas, como los ganados que van de paso... Los pobres a la cuadra. Por las calles de Madrid no puen pasar otros entierros que los de los señores que mueren de hartazgo o malos vicios. Son para los otomóviles y los carruajes con tronco.
De estas partidas, que en ocasiones parecían de bandoleros, había varias, y estaban siempre a matar con la gente joven que hablaba recio y se movía mucho en las inmediaciones; la cual gente, capitaneada por la revoltosa Sagrario, más alborotaba en el salón, cuanto más fuerte protestaban contra el alboroto los tresillistas del gabinete.
«¡Enamorado!... ¡enamorado como tú!», dijo con acento de burla en el cerebro de Ferragut la voz de los consejos prudentes. Los periódicos protestaban de este retardo en la ejecución de la sentencia. Empezó á sonar en las conversaciones el nombre de Freya Talberg como un argumento contra la debilidad del gobierno. Las mujeres eran las que se mostraban más implacables.
Los señores de la ciudad protestaban con indignación de estas costumbres bárbaras e inmorales de la payesía, mientras hombres, mujeres y chiquillos asaltaban el vapor, ansioso cada uno de ser el primero en estrechar la mano del héroe.
Exprime nuestra miseria con sus trampas de usurero. Ni un céntimo ha dado para mi hijo.... Y la tal Mariquita es un pendón.... Lo digo yo, sí, señor. Sólo piensa en emperejilarse para que la vean los cadetes. Mujer, te van a oír decían suplicantes y con miedo algunas mujeres. Pero otras protestaban de este temor. ¡Que le oyesen don Antolín y su sobrina! ¿Y qué?
Las banderillas de fuego eran un espectáculo extraordinario, algo inesperado que aumentaba el interés de la corrida. Muchos que protestaban hasta enronquecer estaban satisfechos en su interior de este incidente. Iban a ver al toro asado en vida, corriendo loco de terror por los rayos que le colgarían del cuello.
Y después de negarse á un gasto doméstico de doscientos francos, empleaba cinco mil en una compra innecesaria, sólo porque representaba, según él, una gran pérdida para el vendedor. Julio y su hermana protestaban ante doña Luisa. Chichí llegó á afirmar que jamás se casaría con un hombre como su padre. ¡Cállate! decía escandalizada la criolla . Tiene su genio, pero es muy bueno.
Pero ellas, verdaderas hijas de su padre, deseaban vivir en este ambiente de libertad, y protestaban con llantos desesperados y convulsiones en el suelo, hasta que las volvían a la absoluta independencia de aquel caserón por donde pasaban el dinero y el placer como un huracán de locura. La gitanería más famosa acampaba en la casa señorial.
Palabra del Dia
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