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Actualizado: 20 de julio de 2025


A solas desahogaba la dama su oprimido corazón, pronunciando mudamente alguna frase iracunda, rencorosa: «Maldito cominero, ¿cuándo te probaré yo que no me mereces?... ¿No comprenderás nunca que una mujer como yo ha de costar algo más que un ama de llaves?... ¿No lo comprendes, bobito, ñoñito, ratoncito Pérez? Pues yo te lo haré comprender».

Los monges profesos llevaban coronas de cerquillo lo mismo que los presbíteros, y la barba crecida como los demas cenobitas y ermitaños; pero los novicios ó confesos no llevaban corona hasta que pasaban á profesos , ni tampoco capilla; así como no usaban velo las vírgenes hasta que en alguno de los dias solemnes marcados al efecto se lo daba el obispo pronunciando ellas sus votos.

Esta aparece allí dormida, y pronunciando en sueños palabras, que atestiguan la pureza de su alma; pero su inocencia no puede salvarla, debiendo sucumbir, como víctima propiciatoria de la deshonra, que, por ella, ha sufrido su esposo.

Grande es en esa perspectiva la ciudad, cuando los arrabales de su espíritu alcanzan más allá de las cumbres y los mares, y cuando, pronunciando su nombre, ha de iluminarse para la posteridad toda una jornada de la historia humana, todo un horizonte del tiempo.

Principiada la misa y dicha la epístola, le calzó la espuela derecha su hermano el infante D. Pedro, y la izquierda su otro hermano D. Ramon: se llegó al altar el Rey, tomó la espada, y postrándose en tierra se puso en oracion pronunciando varias sobre él el arzobispo: besó el Rey la cruz de la espada, se la ciñó, y sacándola de la vaina la blandio tres veces: la envainó á seguida, y cantado el evangelio se ofreció á y á su espada á Dios.

Os acontecerá con frecuencia que los dos adversarios se quedarán sin saber qué responderos, ó pronunciando algunas expresiones vagas, inconexas, manifestando bien á las claras que les habeis salido de improviso, que no esperaban el ataque por aquel flanco, siendo quizas aquella la primera vez que se ocupan, mal de su grado, en darse cuenta á mismos del sentido de una palabra que en un cuarto de hora han empleado centenares de veces, y de que estaban haciendo infinitas aplicaciones.

Durante toda la noche la oyó Juan Claudio ir de un lado para otro en su cuartito, hablando a solas como si se felicitara a misma, pronunciando el nombre de Gaspar y abriendo cajones y cajas para buscar, sin duda, algunos recuerdos que le hablasen de amor. Así el pajarillo, sorprendido por la tormenta, tiritando aún, comienza a cantar y a saltar de rama en rama, al salir al primer rayo de sol.

Cantaban con voz lúgubre una salmodia que parecía salir de lo más profundo de la tierra, y avanzaban todos, él también, en pausada procesión. Gentío inmenso le contemplaba impasible y frió: un fraile, también impasible, iba á su lado, pronunciando á su oído palabras santas que él no pudo comprender. Le hablaba de la otra vida y del alma. Después le pareció que la comitiva se detenía.

Hay así muchos accidentes que se presume que son involuntarios; ¡quién sabe si la dicha no depende en gran parte de la voluntad de ser dichoso!... Dios la oiga, mi querida Magdalena dije, usando una expresión que no había vuelto a emplear hacía ya tres años. Pronunciando estas últimas palabras me levanté embargado de un enternecimiento que no era dueño de ocultar.

A poco de tranquilizarse Mauricia, la otra se dedicó a preparar la lámpara que debía arder toda la noche, un vaso con agua, aceite y una mariposa encima. Media hora estuvo la tarasca como dormida, pronunciando en sueños retazos de palabras y fragmentos de cláusulas groseras, como retumban en lontananza los dejos de la tempestad que ha pasado.

Palabra del Dia

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