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Sin embargo de las prohibiciones hechas por los Reyes Católicos con propósito de estorbar que los judíos llevasen consigo oro ó plata, ellos sacaron grandes cantidades de uno i otro metal, burlando la vigilancia de sus cruelisimos perseguidores, llevándolas escondidas en los aparejos de las bestias i en las ropas interiores de las mujeres.

El pueblo suspende sus ritos, álzase un imponente murmullo, señal segura de un grave escándalo; el Imam enmudece asombrado; al murmullo sucede una amenazadora gritería, como siguen en la mar los bramidos de las olas á la susurrante brisa que anuncia las tempestades. ¿Qué intentan esos dos hombres temerarios que abriéndose paso por las apiñadas hileras se adelantan forcejeando hasta cerca del Santuario? ¿Qué palabras son las que vienen á proferir en este venerando recinto, interrumpiendo solemnes ceremonias, infringiendo leyes y tradiciones, desafiando las mas terribles prohibiciones y esponiendo la vida al justo furor de la escandalizada muchedumbre? ¡Oh abominacion! ¡oh delito monstruoso y nefando!

No tengo noticias de si los cofrades llegaron á realizar su propósito de la fiesta que tenían proyectada, ni de las circunstancias que acompañarían á ésta, dado que se llegase á celebrar; pero por los anteriores documentos, de los que me facilitó noticia don L. Güeto, se ve que las hermandades sevillanas eran tan aficionadas antaño como hoy á organizar fiestas de toros para recaudar fondos con que atender á su sostenimiento, sin que hayan cejado en sus propósitos apesar de las muchas prohibiciones de la autoridad eclesiástica y de las negativas de la civil, en solo este punto.

España, como todo el que peca, tiene en los resultados de sus propias faltas el castigo y contragolpe de ellas. Egoísta por sus instituciones económicas ó fiscales, se ha rodeado de todas las trabas propias de un sistema rigoroso de prohibiciones, reglamentos y derechos diferenciales; y eso le cuesta caro.

Por esta razón encontramos desde los tiempos primitivos sancionada la regla, de que por ningún concepto deben frecuentarlos los cristianos . Esta prohibición fué confirmada después por diversas órdenes y resoluciones de los concilios, que la elevaron á ley ; pero la frecuencia con que después se repiten tales prohibiciones, á medida que va dominando la Iglesia, prueba que las antiguas diversiones no se extinguían.

Pero estas prohibiciones eclesiásticas tan repetidas nos hacen pensar, que, según parece probable, no todas las representaciones religiosas fueron tan sencillas é inocentes como los autos impresos que conocemos, pues á ser esto cierto, no hubiesen excitado ese celo contra ellas.

Si se replica, que lo que existe de esta época, es sólo una parte pequeña de lo que se escribió, y que no nos autoriza para formular un juicio exacto y completo de la literatura dramática de este período, contestaremos que, aun cuando sea innegable la primera parte de este aserto, puesto que los índices de la Inquisición hablan de muchas piezas, que se imprimieron antes del año de 1550, y desaparecieron del todo á causa de sus prohibiciones , y es además probable que hubiese muchas otras manuscritas, que también se han perdido, sería, no obstante, extraño que fuesen de este número las mejores, y que solo las peores se hubiesen conservado .

Y es muy de advertir que el arte, menos significativo en sus formas para los mismos que lo practican, que para nosotros que de lejos estudiamos sus sucesivas trasformaciones, como el que desde una eminencia observa perfectamente las varias revueltas de un magestuoso rio, ha eludido siempre las prohibiciones que tienden á separar é incomunicar las ideas; por lo cual, del mismo modo que las prácticas de la arquitectura arábiga habian logrado carta de naturaleza en los pueblos cristianos de España, así las prácticas de los africanos habrian hallado acceso entre los arquitectos del Califato á despecho de la guerra sangrienta que se hicieron Almagreb y Andalucía, si ya antes la amistad y fusion de estos dos Estados no les hubiesen dado fácil y halagüeña acogida.

Esta autorización pública dió nuevo vuelo al teatro: aumentóse considerablemente el número de poetas dramáticos, actores y actrices; pronto se olvidaron las prohibiciones restrictivas de los bailes, y para librar al teatro de los ataques ulteriores del clero, sirvieron también no poco las comedias religiosas y las vidas de santos, que en esta época estuvieron muy en boga.

Una ley suntuaria de Carlos V, del año 1534, prueba cumplidamente que no era tan pobre el aparato escénico de los teatros de esta época como acaso se piensa . Después de hacer ciertas prohibiciones generales, relativas al lujo de los trajes, añade: «Item mandamos que lo que cerca de los trajes está prohibido y mandado por las leyes de este título, se entienda asimismo con los comediantes, hombres y mujeres, músicos y las demás personas que asisten en las comedias para cantar y tañer, las cuales incurren en las mismas penas que cerca de esto están impuestasEs por tanto evidente que cuando se cree necesario dar estas leyes acerca de los trajes, señal indudable de su lujo y riqueza, no sería insignificante el personal de las compañías.