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Actualizado: 10 de junio de 2025


Ya lo ves; en todas partes hay máscaras todo el año; aquel mismo amigo que te quiere hacer creer que lo es, la esposa que dice que te ama, la querida que te repite que te adora, ¿no te están embromando toda la vida? ¿A qué, pues, esa prisa de buscar billetes? Sal a la calle, y verás las máscaras de balde.

Cuando se acabó la comida y se marchó Pecado para jugar un poco antes de volver al trabajo, Isidora, sin dejar su asiento y mirando a su tía, que a toda prisa levantaba manteles, le dijo: «Tía Encarnación, tengo que hablar con usted una cosa. Aunque sean cuatro».

Pero no tengo tiempo que gastar contigo... estoy de prisa... añadió el bufón con una sonrisa horrible, con la sonrisa de un loco ; ¿te acuerdas de que una noche llevabas á esa niña recién nacida en los brazos?... ¡Oh! era una noche muy obscura: de repente un hombre se arrojó á ti y te dió tres puñaladas.

Trabajaba entonces «como un lobo» así lo decía él para que en su vivienda no faltase nada; y Dios premió su laboriosidad enviándole cada año un hijo, hermosas criaturas que parecían nacer con dientes, según la prisa que se daban en abandonar el pecho maternal para pedir pan á todas horas. Resultado: que hubo de abandonar el molino y dedicarse á carretero, en busca de mayores ganancias.

Un jesuita amenazó con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que, habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro.

Juan ha sido muy bueno dijo como con cierta prisa voluntaria la directora .

CLEOPATRA. No tengo nada que confesar. Soy víctima de una calumnia. MARCIO. ¡Señor profesor, estamos esperando! ESCIPIÓN. ¡Date prisa, te lo suplico! ¡Confiesa! ¡Oh, Júpiter, ya abre la boca! Esperad, señores sabinos: confiesa. Tapadle la boca a vuestro profesor, puesto que confiesa. CLEOPATRA. Bueno, confieso. El asunto está arreglado.

Cada cincuenta pasos deteníase la sagrada plataforma. No había prisa; la jornada era larga. En muchas casas exigían que se detuviese la Virgen para verla con detención. Todo tabernero pedía igualmente un descanso a la puerta del establecimiento, alegando sus derechos de vecino del barrio. Un hombre atravesaba la calle dirigiéndose a los encapuchados de los bastones que iban ante el «paso».

Era Ballester, quien al verla, se quedó algo cortado. «¿Viene usted a esta casa? le dijo la dama . Pues tómelo con paciencia, que el pájaro voló. La señora esa se ha ido a la calle. Dentro están el chico y la criada; pero como se llevó la llave, no podemos entrar. Aguante usted el plantón, como yo, si no tiene prisa, que ya no puede tardar». ¡Pero si le habíamos prohibido que saliera!

Avanzando por lo alto del cerro que limita las minas del lado de Poniente, habían llegado a Aldeacorba y a la casa del señor de Penáguilas, que echándose el chaquetón a toda prisa, salió al encuentro de sus amigos. Caía la tarde. El patriarca de Aldeacorba

Palabra del Dia

rigoleto

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