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Actualizado: 10 de junio de 2025


Quedó aplacado el guijarreño mozo por la magia de aquella sorpresa, y como Narcisa creyese prudente recobrarse «del síncope», porque la sopa se estaba enfriando, se hizo la paz en un minuto, Julio dejó de sonreir, y todos se sentaron a la mesa, provista de otros platos y de otras copas. Comieron de prisa y comieron mucho; allí siempre se comía mucho.

La charla gozosa del viejo le parecía insufrible en aquel momento. Pero por más que hacía no lograba despegarse. Al fin tuvo que decir con acento malhumorado: Vaya, déjeme usted, señor Rafael, que tengo prisa. El viejo le miró á la cara sorprendido y, observando su palidez, soltó la carcajada.

Me la envió meses ha de regalo mi sobrino Jacinto, que está en Filipinas empleado en Hacienda. Tiempo hay todavía de hacer con esta tela un precioso vestido de mujer. ¿Y quién lo llevaría con más garbo y lucimiento que Juanita, si aceptase mi presente? La tela es pintiparada para hacer el traje, y si ustedes quieren darse prisa, aún tienen tiempo de sobra.

Octavio quiso aprovechar la ocasión, que le pareció de perlas, para despedirse y dió algunos pasos hacia ella con la mano extendida. Condesa, á los pies de usted... He tenido mucho gusto en ver á ustedes tan buenos y... ¿Qué es eso, señor Rodríguez exclamó el conde viniendo hacia él, nos quiere usted dejar tan pronto? ¿Por qué no viene á dar un paseo con nosotros?... ¿Tanta prisa tiene usted?

Sebastiana, que había acogido las primeras palabras como si las escuchase mal, por parecerle inauditas, al oir que le recomendaban ser discreta, olvidó su asombro para afirmar vehementemente que la patrona podía estar tranquila en cuanto á la prudencia con que ella acostumbraba á cumplir los encargos. Salió de la casa, marchando á toda prisa hacia el boliche.

Esta madrugada, cuando empezaba a alborear, me despierta con sobresalto un tremendo redoble de tambor... ¡Rataplán, rataplán!... ¿Qué es esto? ¡Un tambor en mis pinos, y a tales horas!... ¡Qué cosa más extraña! Pronto, a prisa, me levanto y corro a abrir la puerta. ¡No veo a nadie! Cesó el ruido... De entre unas labruscas húmedas, vuelan dos o tres chorlitos sacudiéndose las alas.

Háyase de llamar Renfas, o Asmodeo, o de otro cualquier modo, es lo cierto que este travieso diablillo, con parecer de menor cuantía y ser cojo por añadidura, tomó entre nosotros tal importancia, que nada malo se pudo hacer sin él. «El Diablillo Cojo sabe más que el otro», enseñó el refrán, y cuando en el calor de la ira se dijo a alguno que le llevase el diablo, no faltó quien, rectificando festivamente, respondiera: «El Diablo Cojuelo, que es más ligero». En las fórmulas supersticiosas llevábanle y traíanle como un zarandillo nuestras hechiceras de los siglos XVI y XVII, para que les llevase y trajese sus galanes y paniaguados, y le daban prisa, y le adulaban celebrando su ligereza.

Si usted se echa á andar ahora, llegara allí pasao mañana por la noche. Con que no tenga usted prisa.... , señor, tengo prisa; y aunque esté lejos, he de ir en seguida ¿Quiere usted hacerme el favor de decirme por dónde debo ir? Miste: coge usted esta calleja arriba, siempre pa arriba ... pero yo la voy á llevar á usted.

Del seminario salió por una ventana, con un trabuco, pues nada menos exigían la prisa y el peligro con que acudió a defender la causa del pueblo en una intentona revolucionaria en que se vio comprometido, familiar y todo, por culpa de amistades heteróclitas, adquiridas en las escapatorias frecuentes que de noche emprendía con otros compañeros y algún seminarista amigo de ir al teatro y a lugares de corrupción más inmediata.

No replicó Firmo, es menester que yo le vea. Y después de vacilar un poco añadió: Es que quiero que me enseñe los pedazos de un garrote... Toma, ¿y por eso tienes tanta prisa? exclamó Martinán riendo. De noche se ve mal. Déjalo para cuando haga día claro... Además, ¿para qué diablos quieres ver un palo roto?

Palabra del Dia

rigoleto

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