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Actualizado: 30 de abril de 2025


Paróse Zadig y le hizo una profunda reverencia, á que correspondió el ermitaño de manera tan afable y tan noble, que á Zadig le vino la curiosidad de razonar con él. Preguntóle qué libro era el que leía. El libro del destino, dixo el ermitaño: ¿quereis leer algun trozo?

Preguntóle don Cleofás al Cojuelo qué templo era aquél, y él le respondió que no era templo, aunque tenía tantas cruces de Jerusalén del mismo relieve de mármol, sino las casas de los duques de Alcalá, marqueses de Tarifa , conde de los Molares y adelantados mayores de Andalucía, cuya grandeza ha heredado hoy el gran Duque de Medina Celi, por falta de hijos herederos, que aunque fuera mayor, no le hiciera más: que por Fox y Cerda es lo más que puede ser.

Preguntole por la salud, y luego hizo lo mismo con su esposo. Pero éste, sea porque se hallaba distraído o bien por la aversión concentrada que le tuviese, no contestó al saludo. El estudiante quedó cortado. Raquel, entonces, no pudiendo disimular la indignación o, por mejor decir, la rabia que la conducta de su esposo le produjo, tomó la palabra, y ¡aquí fue ella!

Preguntóle la duquesa, cuyo título aún no se sabe: -Decidme, hermano escudero: este vuestro señor, ¿no es uno de quien anda impresa una historia que se llama del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que tiene por señora de su alma a una tal Dulcinea del Toboso?

Oyóle con calma el Rey y preguntóle si había reflexionado maduramente; hízole mil ofertas para que no le dejase, y prometió pagarle el sueldo en secreto si juzgaba que argüía infamia el público socorro.

Pasó la joven al despacho, y allí, sola con el médico, no pudiendo contener la pena que se desbordaba de su corazón, rompió a llorar. Recibiola con mucha bondad Augusto, la hizo sentar, preguntole mil cosas; pero ella, acongojada, no podía decir más que esto, que repitió tres veces: «Dame de comer y no me toques».

Quédense ustedes.... Ya ha pasado la hora de paseo. No puedo dijo Castro . Hoy como en casa de su hermano. ¡Ah! verdad que es sábado, no me acordaba. ¿Come usted todos los sábados en casa de tía Clementina? preguntóle por lo bajo Esperancita con inflexión extraña. El lechuguino la miró un instante. Casi todos como en casa de su tío Tomás. Tía Clementina es muy guapa y muy amable.

A estos hipérboles iba dando carrete (verdades pocas veces ejecutadas de su lengua), cuando, al revolver otra calle, pocas veces paseada a tales horas de nadie, oyeron grandes carcajadas de risa y aplausos de regocijo en una casa baja, edificio humilde que se indiciaba de jardín por unas pequeñas verjas de una reja algo alta del suelo, que malparía algunos relámpagos de luces, escasamente conocidos de los que pasaban. Y preguntóle al Cojuelo don Cleofás qué casa era aquella donde había tanto regocijo a aquellas horas. El Diablillo le respondió:

Para él la pintura debía seguir también ese anhelo, consolar el sentido y tornar más fuerte y más hondo el ensueño, como el claroscuro de las estancias. Don Alonso, al advertir que Ramiro se acercaba, tomole afable las manos y, después de un momento, preguntole en voz baja: ¿Quiere vuesa merced pasar al estrado? Allí encontrará a mi hija Beatriz con algunos galanes y amigas que ella ha reunido.

Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquélla, y, finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquéllo que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales, admirábase y pasaba adelante. Llegó en otras a uno, y preguntóle qué era lo que hacía.

Palabra del Dia

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