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Actualizado: 5 de junio de 2025


Por la escalinata que da entrada a la portería salían los novicios a paseo, de tres en tres, con el rosario al ceñidor, el continente modesto, los ojos bajos; tomaban todos hacia la carretera, serenos y alegres, descubríanse al pasar ante la estatua de su fundador, con el cariñoso respeto con que se saluda a un padre, y repartíanse luego en distintas direcciones, por diversos caminos y senderos.

¿En dónde está este hombre? Espera en la portería. Voy a verle. Ligeramente contrariado, el corpulento Padre Rodríguez se levantó trabajosamente de su asiento, no sin dirigir la mirada al cúmulo de cartas que había sobre el escritorio esperando contestación, y se encaminó a la portería. Buenas tardes. Buenas tardes, Padre, contestó Juan González, con el rostro iluminado por la esperanza.

Pues ó he perdido la memoria y el tiento, ó todo junto decía Quevedo , ó se encaminan á la portería de Damas; paréceme que se paran: ¡adelante y chito! suena una llave, se abre una puerta, entran... ¡ah! esa momentánea luz... el cuarto de la reina... ¿será posible? ¿me habré yo engañado pensando bien de una mujer? Merecido lo tendría. ¿Pero quién va? Había oído pasos Quevedo.

Isidora y Bou estuvieron largo rato en la salita de la portería, hablando de enfermedades en general y del asma en particular, del clima de Madrid, del de Mataró, patria de los Bous, de los médicos, del remedio A o B... Realmente, Isidora no tomaba parte en la conversación sino con monosílabos de cortés aquiescencia, porque sus cinco sentidos estaban puestos en la observación de la portería de su casa, y en admirar la confortable humildad de aquel nido de pobres hecho en un rincón de un palacio de ricos.

Al fin no encuentra nada mejor que pedir el Quijote. ¿Qué edición quiere V.? La que V. guste. ¡Ah! no, caballero, perdone V., nosotros no podemos dar sino la edición que nos piden. Bien, pues la de la Academia. Tenga V. entonces la bondad de consignarlo así en la papeleta. Vuelta a la portería.

Las moradas mismas tenían semblante monástico. Vivíase en ellas una existencia de silencio, de sombra. Un farolillo alumbraba continuamente en sus zaguanes obscuros alguna imagen de Nuestra Señora, como en la portería de los beaterios, y las celosías diseminaban en el ambiente perfumes de iglesia.

Habéis bajado por las escaleras por donde se sirve la vianda á su majestad; habéis cruzado la galería de los Infantes, y os habéis metido en la portería de damas... ¡y esos maestresalas!... ¡estarán durmiendo! Yo siento, señora... yo quisiera... ¿Cuánto tiempo hace que estáis en esta galería? Hace un momento, señora; como que al abrir esta puerta, buscaba una salida.

Cuando esta se abrió, por unánime impulso se precipitaron dentro, e invadieron el zaguán en tropel, sin hacer caso de los esfuerzos del portero para conservar el orden; pero en vez de subir a los talleres, se estacionaron allí, apretadas, amenazadoras, cerrando el paso a las que, llegando tarde, o ajenas a la conjuración, intentaban atravesar más allá de la portería.

Y el padre Aliaga se levantó, abrió la puerta de la celda y llamó. ¡Hermano Pedro! Abrióse una puerta en el pasillo y salió un lego con una luz. Guíe á la portería á este caballero dijo el padre Aliaga al lego. Juan Montiño saludó de nuevo al confesor del rey y se alejó.

De contar con más tiempo para la visita del interior de la isla, no se habría quedado en el buque. ¿Pero para ver la ciudad y sus vecinos?... Bastantes españoles llevaba conocidos en España y sobradas veces había tenido que escribir de asuntos de las Canarias sin haberlas visto nunca. Ahora sólo le interesaban los países nuevos. Y Maltrana añadió, mirando la isla: Esto es la portería de Europa.

Palabra del Dia

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