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Actualizado: 5 de junio de 2025
Dos monjas que estaban de turno en la portería se asomaron también por otra ventana baja; pero lo mismo fue verlas Mauricia que empezar también a mandarles piedras. Nada, que tuvieron que retirarse. Asustadas las infelices, quisieron pedir auxilio.
La idea del viaje no dejó de parecer extraña al señor Joaquín. Al casarse él, no hizo excursión más larga que el trayecto de la portería a la lonja. Pero considerando que su hija entraba en superior rango, hubo de admitir los usos de la nueva categoría, por singulares que fuesen.
Un alguacil que me había esperado á la salida de la portería. ¿Os vigilaba el Santo Oficio?... ¿es decir, que el Santo Oficio vigila la casa de mi tío? Yo no lo sé, señora dijo Montiño asustado por las proporciones que iba tomando su mentira . Yo sólo sé que el alguacil me dijo: Seguidme. Y le seguí. ¿Y á dónde os llevó? Al convento de Atocha, á la celda del inquisidor general.
De una manera muy sencilla: decía, señor, que por descuido de los maestresalas, sin duda, ese joven, habiéndose perdido en el alcázar, como quien nunca había por él andado, había venido á parar, entrando por la portería de Damas, á la galería obscura á donde corresponde la puerta del aposento de doña Clara.
El Padre Ministro de Espadal, tenido por el hombre más cuerdo de la Provincia no podía haber escrito esas palabras. Instintivamente, los tres religiosos se dirigieron a la portería para interrogar a Juan González, seguros de que se trataba de una broma. Pero Juan González, yacía en el suelo, boca arriba, con los ojos muy abiertos.
Mancebo, en los verdores de la edad, fuerte como un toro y laborioso como manso buey, salió de su patria el señor Joaquín, a quien entonces nombraban Joaquín a secas. Colocado en Madrid en la portería de un magnate que en León tiene solar, dedicose a corredor, agente de negocios y hombre de confianza de todos los honrados individuos de la maragatería.
Por supuesto, él no se dignaba sentarse a la mesa: abajo, en la portería, recibía su buena ración y se iba tan contento. Y hoy, ¿dónde has almorzado? preguntó Susana con timidez. ¡Ah! ¡Nanita, qué picarona! ¿De modo que las santas se permiten también ser maliciosas? Pues hoy almorcé... allá. ¿Dónde... allá? Pues, en casa de la tía Silda. ¡Ah! hizo Susana. ¡Qué enferma había estado la tía Silda!
¡Pues no había de serle indiferente! Los sabios son muy finos y humanos. Nada, nada, no se moleste V. Por nada en el mundo querría nuestro sabio exponer la preciosa vida de ningún empleado del Gobierno. Así que, pian pianito vuelve sobre sus pasos hasta la portería, atormentando la imaginación para buscar una obra que fácilmente le pudiesen proporcionar, fuese cual fuese.
Se le escapó una sonrisilla y dijo con viveza: «¿Portería de ministerio?». No, hijo, no tanto... Español había de ser. Siempre picando alto y queriendo servir al Estado... Hablo de portería de casa particular.
¡Una carta de su majestad...! dijo con gran respeto el portero ; pero es el caso, que su paternidad estará durmiendo. Despertadle dijo Vadillo , y entre tanto, como hace muy mala noche, abrid. Voy, voy á abrirles, hermanos dijo el portero, retirándose del ventanillo y dejando notar á poco su vuelta por el ruido de sus llaves. Abrióse la portería.
Palabra del Dia
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