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¡Una carta de su majestad...! dijo con gran respeto el portero ; pero es el caso, que su paternidad estará durmiendo. Despertadle dijo Vadillo , y entre tanto, como hace muy mala noche, abrid. Voy, voy á abrirles, hermanos dijo el portero, retirándose del ventanillo y dejando notar á poco su vuelta por el ruido de sus llaves. Abrióse la portería.

Esperen aquí ó en el claustro, como me mejor quisieren dijo ; yo voy á avisar á fray Luis de Aliaga. Montiño y Vadillo se pusieron á pasear á lo largo de la portería. ¿Sabéis que estos benditos padres tienen unas casas que da gozo? dijo el capitán, por decir algo. , , ciertamente; en este claustro se pueden correr caballos contestó Montiño.

Tomad: es una orden para que os abran el portillo de la Campanilla, que da al convento de Atocha; bajad á la guardia, buscad al capitán Vadillo y mostradle esta orden; él os acompañará y hará que os abran el postigo, y seguirá acompañándoos hasta Atocha; una vez en el convento, preguntad por el confesor del rey y mostrad el pliego que os he dado; seréis introducido.

El capitán Vadillo llevó á Juan Montiño al postigo de la Campanilla, que abrieron los guardas de orden del rey, y luego le acompañó hasta el convento de Atocha. Por el camino fueron hablando de la mala noche que hacía, de lo obscuras que estaban las calles y de las guerras de Flandes. Cuando llegaron al convento, el mismo Vadillo tiró de la cuerda de la campana de la portería.

Pasó algún tiempo antes de que de adentro diesen señales de vida. Al fin se abrió el ventanillo enrejado de la puerta, y una voz soñolienta dijo: ¿Qué queréis á estas horas? Decid al confesor del rey dijo Vadillo que un hidalgo que viene en este momento de palacio, le trae una carta de su majestad. El capitán no sabía si aquella majestad era el rey ó la reina.

Y Juan Montiño tiró la galería adelante, bajó unas escaleras y se encontró en el patio, y poco después, dirigido por un centinela, en el cuerpo de guardia, donde, habiendo hecho llamar al capitán Vadillo, le mostró la orden. Aquí me mandan que os acompañe al monasterio de Atocha dijo el capitán, que era un soldado viejo . En buen hora; dejadme tomar la capa y vamos allá, amigo.