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Actualizado: 20 de junio de 2025


Cuando Margarita pudo volver al estudio de la rue de la Pompe, Julio, que vivía en perpetuo mal humor, viéndolo todo con sombríos colores, se sintió animado por un optimismo repentino. La guerra no iba á ser tan cruel como se la imaginaban todos al principio. Diez días iban transcurridos, y empezaba á hacerse menos visible el movimiento de tropas.

Una mañana, doña Luisa, en vez de entrar en la iglesia de la plaza Víctor Hugo, siguió adelante hasta la rue de la Pompe, halagada por la idea de ver el estudio. Le pareció que con esto iba á ponerse en contacto con su hijo. Era un placer nuevo, más intenso que contemplar su fotografía ó leer su última carta. Esperaba encontrar á Argensola, el amigo de los buenos consejos.

Llegaron á la rue de la Pompe, y al entrar en la casa se despidió Tchernoff de sus acompañantes para subir por la escalera de servicio. Desnoyers quiso prolongar la conversación. Temía quedarse á solas con su amigo y que resurgiese su mal humor por las recientes contrariedades. La conversación con el ruso le interesaba. Subieron los tres por el ascensor.

Los visitantes de Julio, jóvenes melenudos que hablaban de cosas que ella no podía entender, eran algo descuidados en sus maneras... Más adelante encontró mujeres ligeras de ropas, y fué recibida por su hijo con mal gesto. ¿Es que mamá no le permitiría trabajar en paz?... Y la pobre señora, al salir de su casa todas las mañanas, iba hacia la rue de la Pompe, pero se detenía en mitad del camino, metiéndose en la iglesia de Saint-Honorée d'Eylau.

Finalmente, se instaló en el estudio, pasando por su casa con rapidez para que la familia se convenciese de que aún existía... Desnoyers, algunas mañanas, llegaba á la rue de la Pompe para hacer preguntas á la portera. Eran las diez: el artista estaba durmiendo. Al volver á mediodía, continuaba el pesado sueño. Luego del almuerzo, una nueva visita para recibir mejores noticias.

Los grupos extranjeros de París intentaban organizar cada uno su legión de voluntarios, y él proyectaba igualmente la suya: un batallón de españoles é hispanoamericanos, reservándose, naturalmente, la presidencia del comité organizador y luego la comandancia del cuerpo. Había lanzado anuncios en los periódicos: lugar de inscripción, el estudio de la rue de la Pompe.

Su amor había adquirido la majestuosa importancia del hecho consumado, y fué á refugiarse de cinco á siete en un quinto piso de la rue de la Pompe, donde tenía Julio su estudio de pintor.

Todos los habitantes eran extranjeros que habían escapado discretamente, ó franceses sorprendidos por la guerra cuando veraneaban en sus posesiones del campo. El instinto le hizo ir en sus paseos hasta la rue de la Pompe, mirando de lejos el ventanal del estudio. ¿Qué haría su hijo?... De seguro que continuaba su vida alegre é inútil.

Las amorosas expansiones de los prisioneros del Terror, cuando esperaban de un momento á otro ser conducidos á la guillotina, revivieron en su memoria. ¡Apuremos de un trago la vida, ya que hemos de morir!... El estudio de la rue de la Pompe iba á presenciar las mismas fiestas locas y desesperadas que un barco encallado con provisiones abundantes.

Palabra del Dia

rigoleto

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