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Actualizado: 9 de junio de 2025
A una dama le gustaba el aspecto marcial y varonil del conquistador; se deleitaba escuchando las memorables jornadas de Garravillas y Jarandilla, cuando iba persiguiendo a los sublevados. A otra le placa oirle disertar en estilo correcto con su hermosa voz de gola, acerca de los problemas políticos y militares.
Señor Marqués, todas estas razones son las que, no con tanto concierto, pero sí con mayor tenacidad, tienen los indios impresas en el corazón y así con más viveza la manifiestan en su idioma, porque han sido los primeros principios con que se han establecido en la fe promovida en la cristiandad, y las que, sin apartarme un punto de la más rendida obediencia al Rey nuestro señor y sus mandatos, las hago presente á V. S., no para disculpar la resistencia de los indios, la que desde luego repruebo una y muchas veces como lo están vituperando sus Padres Curas con repetidas amenazas, y la que si cayera en otras capacidades, desde luego juzgara dignísima de un pronto y gravísimo castigo, á no considerar por una parte el corto alcance de sus entendimientos para penetrar las superiores razones y dictámenes políticos de los soberanos, y por otra estar faltos de aquella luz que era necesaria aún en los hombres más instruídos para sujetarse á un sacrificio tan doloroso como inesperado, para que V. S. en fuerza de ellas se haga cargo de los motivos eficazmente impulsivos que contra sí tiene la poca advertencia de que los pobres, con ciega obstinación los tiene precipitados y resueltos á morir antes con el rigor de las armas que dejar voluntariamente sus pueblos; resolución bárbara que teniendo atravesados nuestros corazones, la están reprendiendo sus curas con la amenaza prevenida de que los han de abandonar y salir de los pueblos por ser indignos de su protección, siendo inobedientes á su Rey y Soberano; y á este fin, ya sabe V. S. que tengo hecha renuncia de los pueblos resistentes y de todos los que en adelante se manifestaren inobedientes para que el señor gobernador de esta plaza, como Vice-patrón, y el señor Obispo como pastor, los provea de párrocos para que del todo no se pierdan sus almas.
¿Domicilio? Zurich. La joven contestaba con voz breve y tono seco casi sin oír las preguntas. ¿Cómo se encuentra usted en esta casa? Vine a hablar con Alejo Zakunine. ¿A hablarle de qué? De cosas que no interesan a la justicia. ¡O que la interesan mucho! La joven no contestó. ¿Es usted su correligionaria? Sí. ¿Vino usted a hablarle de asuntos políticos? Nuevo silencio.
El doctor Voronof podrá rejuvenecer a un carnero de catorce años, a un loro de ciento cincuenta y a una carpa de doscientos; pero no así a uno de nuestros políticos. Y es que para devolverle la juventud a un animal cualquiera, se necesita una cosa que no depende ni del doctor Voronof ni tampoco del animal. Se necesita, sencillamente, que el animal en cuestión haya sido joven alguna vez.
Era contagiosa la ira, y mujer había allí de corazón más suave que la seda, incapaz de matar una mosca, y capaz a la sazón de pedir cien mil cabezas de los pícaros que viven chupando la sangre del pueblo. Estudios históricos y políticos Más partido tenían en la Fábrica los periódicos locales que los de la Corte.
La elefantíasis. El Dr. Vargas. Las iglesias. Un cura colorista. El Capitolio. El pueblo es religioso. Las procesiones. El Altozano. Los políticos. Algunos nombres. La crónica social. La nostalgia del Altozano. La primera impresión que recibí de la ciudad de Bogotá, fue más curiosa que desagradable.
Y la prueba de que el bolchevismo no es una enfermedad, es que mientras las enfermedades sólo ponen en peligro a los enfermos, el bolchevismo constituye un peligro únicamente para aquellos que no son bolchevikis. Pero si, a pesar de todo, seguimos considerando el bolchevismo como una enfermedad, ¿qué vamos a hacer con los otros sistemas políticos? ¿Con qué curaremos el maurismo, pongo por caso?
Por cierto que Ríos se empeñaba en que Mendoza fuese a desafiar al director; pero no pudo conseguirlo. Lo único que se leía con agrado en el periódico, hay que decirlo a riesgo de herir la susceptibilidad exquisita de algunos redactores, era la sección de sueltos políticos, que estaba a cargo de Miguel, o Riverita, como allí se le llamaba.
Y he aquí a mi hombre paseándose por Madrid con las manos en los bolsillos, o viendo correr tontamente las horas en este y el otro café, hablando de la situación ¡siempre de la situación, de la guerra y de lo infames, indecentes y mamarrachos que son los políticos españoles! ¡Duro en ellos! Así se desahogan los espíritus alborotados y tempestuosos.
Lo que ya sabía de la índole del Príncipe Alejo Petrovich estaba confirmado y documentado por los informes extensos y minuciosos de ambas procedencias, llenos de declaraciones tomadas en anteriores procesos políticos. Pero también supo cosas que no sospechaba.
Palabra del Dia
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